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3 de enero, 2017

Los más pesimistas augurios económicos para el 2017, hace tan sólo algunos meses, no fueron capaces de reflejar la realidad que, entre asombro y disgusto, comienzan a percibir los mexicanos al inicio del presente año.

Un “Twitter” tempranero el martes del presidente electo de Estados Unidos Donald Trump desafió a la empresa armadora de vehículos automotores General Motors (GM) a que pagará un impuesto por importar en los Estados Unidos uno de los autos que se arman en México, el “Cruze”, que manos de operadores mexicanos lo ponen en  marcha, listo para el mercado estadounidense, en la ciudad de Ramón Arizpe, precisamente en el que ya los hermanos Moreira consideran su feudo, Coahulila.

Más tarde el presidente de Ford Motor Company, Mark Fields, hizo el anuncio de la cancelación de la planta que estaba planeado construirse en San Luis Potosí, proyectada con mil 600 millones de dólares de inversión, que cercena una fuente de trabajo que permitiría dar ocupación a cientos de mexicanos.

Más tarde, el dólar tuvo un desliz más a los sumados a lo largo de los más recientes meses que incidirá, obvia y fatalmente, en los costos de muchas materias primas importadas, entre ellas, precisamente, la gasolina.

Esto no serán hechos aislados, habrá muchos efectos en la rama automotriz mexicana.

Y hablando de gasolina. Ignoramos si las gasolinerías estén siendo debidamente vigiladas para evitar abusos. Vimos algunas notas periodísticas de Nuevo Laredo y Reynosa, donde el precio del carburante no estaba siendo uniforme. No tiene porqué ser así, desde luego. Pero en el caso específico de Reynosa, nos consta porque los vimos y fotografiamos personalmente; la gasolina estaba marcada a 15.80 pesos el litro en las bombas expendedoras y, dicen sin que nos conste, que en algunas donde se indica que está a 12.89 el litro de Magna, sencillamente no hay carburante o tiene un “desperfecto” el aparato expendedor del súper y vital energético líquido.

Nada se encuentra aislado y lo anterior, junto con lo que viene, hará peligrar la estabilidad, inclusive la existencia, de muchas empresas, principalmente a lo largo de la frontera. Los trabajadores, como siempre, llevarán la peor parte: elevación irrefrenable en el costo del transporte, disminución en el rendimiento de su sueldo, incremento en el costo de los productos básicos para el sustento familiar y una serie de etcéteras que serán una pesada carga económica.

La disminución de ingresos y la elevación del precio de la moneda verde, hay que decirlo, disminuirá el poder adquisitivo de los consumidores mexicanos para concurrir a comprar en la Unión Americana, donde también se resentirá la crisis económica mexicana, que no se le puede dar otro nombre.

Por lo pronto, con todo y el alza del dólar, muchos de los propietarios de vehículos fronterizos optarán por cruzar a las gasolinerías de la franja fronteriza de Texas, como ocurrirá en los otros estados limítrofes con México, a comprar gasolina ante la diferencia de precio que les proporcionará un sustancial ahorro. Lo anterior lo están afirmando ya dirigentes empresariales fronterizos mexicanos.

Y apenas vamos comenzando el año, perdón, la primer semana.

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