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1968, luto mayor

Max Avila

1 de octubre, 2009

El sistema mexicano tiene una cuenta pendiente con la sociedad civil: no ha podido responder sobre la cantidad de jóvenes asesinados en el 68 y esto es una carga que después de 41 años parece pesarle más, sea que aun escurre sangre cuando se cuentan por cientos y quizá por miles las víctimas, en tanto responsables como Luis Echeverría, sobreviven sin que la historia acierte a condenarlos, al contrario, una y otra vez son eximidos del horror que vivió el México de entonces. El sistema no ha podido lavarse las manos pero responde ofendiendo no solo a los deudos sino a las generaciones que padecimos la represión en todas sus dimensiones. Ofende pero no responde de sus culpas digo, y así permanece mientras políticos y partidos transcurren disfrazados con los más disímbolos colores escudados bajo la máscara de la democracia, aunque siempre serán los mismos que responderán al llamado de la complicidad. El movimiento del 68 fue condenado en todas sus expresiones por quienes ahora aplauden y guardan minutos de silencio tan gallardos como su hipocresía. El cinismo del gobierno no tiene límites al acudir en pleno e izar la bandera a media asta en el mismo lugar donde mató a sus hijos más pequeños. Y la burla no tiene nombre cuando diputados y senadores “respetuosamente” se ponen de pie para recordar a los caídos. Olvidan que desde el congreso de la Unión se emitieron las más generosas justificaciones al criminal que impaciente aguardaba en Palacio Nacional a efecto de recibir en tiempo y forma el respaldo a su “patriótica” hazaña. El sistema tiene una deuda insisto, porque tras 41 años no reconoce y menos condena a los asesinos. Hubo muertos, muchos muertos y prisiones saturadas de adolescentes y jóvenes que por años sostuvieron la dignidad de sus ideales. Decir que después de todo esto el gobierno cambió es una mentira porque las nuevas generaciones siguen reprimidas negándoles el acceso a la educación, al empleo y en muchos de los casos orillándoles a involucrarse con la delincuencia. Este dos de octubre veremos a los políticos desfilar ante los ataúdes de sus víctimas y será posible escuchar un discurso salido de los labios que satanizaron a los jóvenes, y quizá hasta los veremos santiguarse con las sucias manos que aplaudieron hasta rabiar aquella masacre. El sistema de entonces es el mismo de ahora donde partidos y dirigentes cegados por la ambición se disputan la canasta del dinero y el poder. Que digan si en estos 41 años han resuelto los problemas fundamentales del país. México no avanza: en lo político sufrimos una regresión y en lo económico estamos más jodidos, en este sentido el sacrificio del 68 fue inútil cuando el gobierno ataca a la educación popular y reduce las expectativas de una sociedad que parece decir ¡basta!, y toca fondo en su desesperación y tolerancia. Y cuidado porque si en el 68 la rebelión fue de los jóvenes ahora puede incluir a los millones de pobres que sienten la violencia como su última esperanza. SUCEDE QUE Producto del sistema en descomposición es Porfirio Muñoz Ledo. Ha sido dirigente del PRI y del PRD, luego se alió con las obscuras fuerzas del panismo al lado de Fox y ahora presume como diputado federal del PT disfrutando las mieles del poder como presidente de la comisión de Relaciones Exteriores. No confundirlo con “Juanito”, aquel es un magazo del oportunismo y este apenas aprendiz de cómico o de payaso que pa’l caso es lo mismo. Y hasta la próxima.
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