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El PRI declinó

José Luis B. Garza

3 de mayo, 2018

El posicionamiento innegable del candidato de Morena Andrés Manuel López Obrador en la contienda para la Presidencia de la República y la baja aceptación de sus dos más cercanos contendientes, Ricardo Anaya, del PAN y José Antonio Meade, del PRI (Y sus respectivos coaligados) ha encendido las alarmas de los partidos que se vislumbran perdedores, pero, también, de las entidades gubernamentales o empresariales a los que se les vincula, con o sin razón.

Tal situación desató la polémica hace unos días, de la necesidad de que algunos los dos candidatos, Anaya o Meade, debería de declinar en favor del otro.

Los primeros resultados de encuestas indican que probablemente, a menos que ocurra algo verdaderamente extraordinario, ni juntando los votos de aceptación del segundo y tercer posicionados lograrían reunir los necesarios para derrotar a López Obrador. Eso Asumiendo que todos los militantes, activistas y simpatizantes de Meade y Anaya aceptarían dócilmente una decisión de esa naturaleza.

Pero si volvemos al inicio de todo este proceso para elegirá al siguiente presidente de México debemos de admitir que ya hubo una declinación previamente, que fue histórica e insólita, pero absurda: El Partido Revolucionarios Institucional declinó postular a uno de sus miembros. No encontró, entre los millones que integran su padrón, a uno solo que reuniera las cualidades suficientes para ser nominado. Invitó a un ciudadano externo. Actuó en contra del principio elemental de cualquier organización política  de agrupar y organizar  a quienes coinciden en ideales, principios y postulados para lograr, mediante la designación de candidatos ganar los puestos de gobierno de un país, estado o municipio.

Deben internamente muchos de los activos del PRI estar  resentidos con su propio partido, sobre todo en la cúpula partidista, lo admitan o no. Pero fueron más allá. Pusieron en las posiciones claves del partido y campaña a personajes que no se han distinguido por su trayectoria política, independientemente que hayan sido ubicados en posiciones claves de gobierno.

Fue dudosa siempre la supuesta militancia del depuesto, renunciado o defenestrado presidente del PRI, Enrique Ochoa Reza, como la del coordinador de campaña Aurelio Nuño, con impresionantes referencias académicas y de servicio público, pero sin haberse distinguido ambos por la militancia en un partido que hoy se encuentra inmerso en una de sus mayores crisis.

El PRI ha cambiado de jinete a mitad del Río. Nombró, con el cuestionado cargo de presidente provisional del PRI a René Juárez Cisneros, que cuenta en su haber una impresionante trayectoria gubernamental y partidista.

¿Se logrará remontar la enorme desventaja del PRI con ese y otros cambios? Muy pocos lo creen.

Pero los absurdos continúan…

Al ser cuestionado el candidato Meade  sobre el cambio de presidente del PRI, éste respondió que fue él quien tomó la decisión de comenzar los cambios en ese instituto. Es decir, de candidato ciudadano, externo, invitado, ahora toma las decisiones, en forma personal, de quien debe de ocupar os puestos dentro de ese partido.

O está el PRI ante una decisión  de enorme trascendencia  y transformación que le va a dar el triunfo o se está ante la proximidad de una derrota irrefrenable.

No tardaremos mucho en saberlo.

No tenemos que esperar a las elecciones del primero de julio.

Las encuestas de las siguientes semanas serán un buen indicador.

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