Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
10 de julio, 2016
La renuncia del presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Manlio Fabio Beltrones, como efecto de los adversos resultados obtenidos en la elecciones del pasado cinco de junio, abrieron la gran interrogante sobre el sucesor de quien es considerado uno de los más hábiles políticos con los que cuenta el Institucional.
No se veía fácil encontrar sucesor para quien se valoró, al momento de su elección, como la fórmula que conjuntaba experiencia y conocimiento suficiente para conducir al PRI hacia posteriores victorias electorales que finalmente no se dieron en la forma esperada.
El nivel político de Beltrones era tal, hay que recordarlo, que en su momento fue considerado como una opción de candidato a la Presidencia de la República antes de que su partido se definiera por Enrique Peña Nieto.
Tras la dimisión de Beltrones se abrió una incógnita que no sólo afectaba los destinos del Tricolor y lo que eso implica para una Presidencia surgida de ese instituto político. Afectaba también las direcciones priistas de los estados que, tras la derrota, quedaron prácticamente obsoletas, como es el caso de Tamaulipas.
Así, la decisión nacional se supone que provocará un efecto en cadena en muchas de las entidades federativas del país.
En principio se mencionó a la secretaria general del PRI, Carolina Monroy del Mazo, podría ser la nueva dirigente, pero de pronto se hizo el anuncio de que se eligiría a un nuevo presidente con la revelación implícita de que Monroy no participaría para obtener esa posición, dando paso a la especulación sobre quien podrá ocupar la máxima dirigencia del PRI.
De pronto, sin que realmente formara parte de la breve lista de nombres especulados, surgió el del director de la Comisión Federal de Electricidad, Enrique Ochoa Reza, que en pleno proceso de aclaración de las razones por las que se elevaron las tarifas del consumo expresó que sería un gran honor el ser electo presidente del PRI, que dio paso inmediato a una cascada de apoyos sectoriales, simultáneamente con el surgimiento de la convocatoria para elegir al nuevo jerarca priista, donde se establecía que el lunes se abriría la inscripción del aspirante que ya para el viernes no había duda que sería Ochoa.
El “fast track” de esta designación si bien le pone cabeza a un instituto político que necesita emprender acciones firmes y efectivas si quiere ganar la elección del 2018, y las previas a ese año también importantes, no deja de asombrar por su desenlace.
Hasta hace una semana nadie se imaginaba el nombre del sucesor de Beltrones. Ochoa tiene en verdad un impresionante curriculum en lo técnico y lo jurídico, pero no figuraba como uno de los principales actores políticos del Tricolor.
Basta con ver su trayectoria para confirmar lo anterior: El hasta el viernes director general de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) fue profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es Licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), donde se tituló con la tesis “Un Mercado de Generación de Energía Eléctrica para México”; y licenciado en Derecho por la UNAM. Tiene una Maestría en Ciencia Política, otra en Filosofía Política y un Doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Columbia, Nueva York.
Inició su trayectoria profesional como asesor del Secretario de Energía, cargo en el que se desempeñó de 1997 a 1999. Fue Subsecretario de Hidrocarburos de la Secretaría de Energía y miembro del Consejo de Administración de Pemex de 2012 a 2014.
Desde 2005, es miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (COMEXI) y en 2014 recibió el Premio al Mérito de la Industria de Gas LP.
En el año 2015, fue nombrado vicepresidente del Consejo Latinoamericano de Negocios Regionales del Foro Económico Mundial y Hombre del Año por la revista Oil & Gas Year.
No puede menos que impresionar este cúmulo de méritos académicos y de servicios públicos. Sin embargo una cosa es lidiar con la problemática administrativa para lo que sin duda se encuentra preparado y otra con todas las corrientes del PRI que seguramente manifestarán públicamente su beneplácito pero, en la práctica, prolongarán la lucha por posiciones y privilegios.
La salida de Manlio Fabio planteó la necesidad de revisar y transformar el instituto político democratizando sus decisiones.
Aquí no hay duda de que la designación del nuevo líder nacional priista es una línea de quien puede darla en este país, el presidente Peña Nieto.
Se escogió a un hombre que era titular de una dependencia donde se concentran ya una serie de críticas por los cambios en las tarifas de electricidad.
Se hizo al más puro estilo del PRI en el gobierno, cierto, pero en condiciones muy difíciles por la serie de problemas que el país confronta.
Pero habrá que estar atentos a lo que podríamos llamar, por su singular forma de hacerlo, las exPRIcaciones de la decisión. Todo o casi todo se revela tarde o temprano.
Por lo pronto, Ochoa Reza ha aceptado el reto ante dirigentes de la Confederación de Trabajadores de México y de la Confederación de Organizaciones Populares, pilares del PRI, de demostrar que su partido es la mejor alternativa política.
Crece, desde luego, la expectación por ver cuál será el efecto en Tamaulipas.