Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
25 de mayo, 2016
Hace unas semanas, en lo que puede considerarse un hecho sin precedente para el Valle de Texas, un presidente extranjero incluyó en su gira por Estados Unidos una visita a esta región.
Fue el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, quien vino expresamente a conocer el trato y condiciones que confrontan sus compatriotas, de todas las edades, cuando llegan a esta región para internarse en la Unión Americana.
Habló con las autoridades migratorias; visitó los centros de detención; entabló conversaciones con los funcionarios consulares de su país y estableció un cordial diálogo con las autoridades locales y líderes de organismos empresariales y de servicio.
Un día antes, su esposa, Patricia Marroquín de Morales, anticipándose a la visita presidencial, hizo su arribo a la ciudad y dialogó con autoridades e, inclusive, convivió con los representantes de la población de McAllen durante una recepción ofrecida por la Ciudad y la Cámara de Comercio, donde, en forma sencilla y amable, brindó la oportunidad de establecer un positivo canal de comunicación. La impresión causada a los anfitriones de la Primera Dama fue extraordinaria.
No es ningún secreto que una de las más serias crisis migratorias que ha confrontado la Unión Americana se registró precisamente en el Valle de Texas en el 2014. La atención internacional se centró en el problema provocado por una enorme oleada de inmigrantes indocumentados que llegaban en busca del sueño americano, con el agravante de que gran parte de esos recién llegados eran menores de edad. El problema está lejos de desaparecer.
Las autoridades de McAllen y organizaciones religiosas del Valle conjuntaron acciones para lograr, con un admirable sentido humanitario, brindar albergue y protección a los recién llegados antes de que partieran a distintos lugares de destino en la Unión Americana, acciones benefactoras que no se han interrumpido.
Cuando el presidente Morales estuvo en esta región acudió personalmente a observar la forma en que se reciben a estos migrantes y conocer de cerca a quienes con sus acciones contribuyeron, y siguen contribuyendo, a brindar ayuda en un momento difícil con el sólo propósito de servir al prójimo. El mandatario guatemalteco tuvo, así, la sensibilidad y acierto de venir directamente a la puerta de entrada de miles de centroamericanos, muchos de ellos sus compatriotas y no solamente dar las gracias personalmente, sino, tras captar la bondad de las acciones realizadas, ofrecer su ayuda y reconocimiento a quienes hacen posible la noble labor.
La visita del mandatario guatemalteco provoca una obligada reflexión.
¿Los presidentes de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén; Honduras, Juan Orlando Hernández, y México, Enrique Peña Nieto se habrán enterado de la presencia de su vecino de Guatemala en la frontera de Texas?
¿Han siquiera tenido la intención de conocer la situación real que confrontan su connacionales, que luego de largas travesías, los que logran llegar, se enfrentan un futuro incierto y muchas veces desprotegido?
¿Han pensado en alguna ocasión en lo humanitario, conveniente y solidario que sería que acudieran a ver lo que pasa con quienes vienen huyendo de la pobreza, marginación o violencia de los países que ellos gobiernan?
¿Están satisfechos simplemente con recibir fondos millonarios en dólares para llevar a cabo supuestas campañas de disuación y crear mejores condiciones de vida que eviten la necesidad de migrar de sus compatriotas?
Los datos proporcionados por la Patrulla Fronteriza indican que la internación de centroamericanos indocumentados se ha incrementado en el presente año y que se espera una oleada humana mayor en los próximos meses para lo cual, hay que decirlo, se encuentran mejor preparados.
Los migrantes no sólo han merecido la indiferencia total o parcial de las autoridades de su país, sino que esas autoridades disfrutan de los beneficios del trabajo, muchas veces bajo serios riesgos, que se transforman en divisas que ingresan a sus respectivos países haciendo posible una mejor condición de vida para miles de personas que permanecen allá y que gracias al esfuerzo de los migrantes pueden disfrutar de un ingreso para vivir que sus propios gobiernos y las condiciones de violencia, inseguridad y pobreza no son capaces de darles.
Más que un gesto humanitario, los presidentes de los países mencionados y otros que también se benefician de sus migrantes deberían acercarse a la parte más vulnerable y vulnerada de sus migrantes, eso quizá les daría una nueva visión y perspectiva para gobernar con mayor sentido social y proteccionista.