Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
27 de septiembre, 2015
• Reporteros en la Mesa, aniversario
Se cumplió un año de la desaparición, ausencia o muerte, dependiendo de quien haga alusión al hecho, de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa del estado de Guerrero.
El trágico episodio, ya ampliamente divulgado, se convirtió en un problema que ha mantenido en jaque al Gobierno Federal que encabeza Enrique Peña Nieto, aunque irónicamente se inició en una ciudad y estado donde las autoridades responsables en primera instancia eran emanadas de un partido de oposición, el PRD (Partido de la Revolución Democrática).
La repercusiones han sido enormes y, lo peor, pueden ser mayores.
El problema se ha convertido en una gran maraña donde convergen toda clase de intereses y ambiciones, pero también esperanzas de padres de las víctimas que no se resignan a aceptar la versión oficial dada por la Procuraduría General de la República, de que sus hijos están muertos en algo que se denominó “verdad histórica”.
Pero hay quienes opinan que no fue el problema en sí, sino la indiferencia y manejo inadecuados del mismo que lo proyectó a dimensiones inesperadas.
El conflicto ha trascendido fronteras y para el régimen mexicano ha sido, junto con otros inusitados y criticables acontecimientos ocurridos recientemente, un estigma que ha derrumbado la otrora gran popularidad del presidente y sembrado el escepticismo en la población mexicana.
Irónicamente, el 2014 fue también el año en que se lograron una serie de reformas legislativas que auguraban un promisorio futuro aparejado con un prestigio gubernamental y una nueva era dentro del gobierno priista, de regreso después de dos sexenios panistas.
La era de bonanza que se vislumbraba fue opacada por virulentas reacciones sociales y políticas.
Yendo al pasado y con conciencia de las diferencias entre una época y la otra en cuanto a medios, difusión y circunstancias, en el año 1968 se vivió una etapa de la cual se guardan recuerdos contradictorios. Por una parte se realizaron los juegos olímpicos, anhelo del país por décadas y, por la otra, se produjo una matanza, aún no olvidada, de estudiantes el dos de octubre en Tlatelolco, en el Distrito Federal, justamente 10 días antes de que se inauguraran los juegos, el 12 de octubre.
A casi medio siglo de distancia, la represión de ese dos de octubre no se ha olvidado y el año de 1968 se identifica más con la llamada “Noche de Tlatelolco” que con la “Fiesta Olímpica”.
El hecho sangriento marcó al presidente de la época, Gustavo Díaz Ordaz.
Algunos que en aquella época éramos niños o adolescentes aún recordamos la intensa, como infructuosa, campaña televisiva que se desarrolló para identificar a Díaz Ordaz con el logro olímpico. La historia asocia el 68 con la matanza y hasta el presente se realizan actos conmemorativos de rechazo a lo que fue una de la más grandes afrentas a la población mexicana, sobre todo a sus jóvenes.
En el presente, los hechos de la noche del 26 de septiembre, lejos de ser olvidados, parecen incidir cada día más en el ámbito internacional, no se diga en el nacional.
¿Puede darse un esclarecimiento de los hechos suficientemente convincente para gobierno, opinión publica y familiares de los desaparecidos?
¿Quedará Enrique Peña Nieto marcado por este hecho ante la historia?
Preguntas difíciles, quizá imposibles de responder, cuando menos por ahora.
ANIVERSARIO
No es un comentario “socialero”, pretende ser profesional.
Quiero felicitar y perdón por lo inmodesto e inusual, felicitarme a mí mismo, por el aniversario número once del programa radiofónico “Reporteros en la mesa”, admitiendo que quien esto escribe se unió al grupo ya en pleno desarrollo como panel que busca analizar cada semana los hechos políticos que afectan la vida nacional de México, pero en forma muy particular a Tamaulipas.
Vaya pues un abrazo y reconocimiento a Martha Isabel Alvarado, periodista y columnista, incisiva y vertical; a Luis Alonso Vásquez, conductor, guionista y periodista valioso y honesto; a Heriberto Deándar Robinson, editor y empresario sensible y analítico y a José Angel Solorio, que funde sus profesiones de ingeniero, historiador y periodista para emitir juicios sobre la realidad política, agradeciendo que le permitan a este periodista migrante, pero no tan alejado de Reynosa, con el corazón y la conciencia muy ligados a México, tener el privilegio de dialogar y, a veces, al igual que ellos, disentir sobre temas políticos de actualidad.
Desde luego, gracias a la audiencia, radiofónica y virtual, que permite mantener vivo el programa.