Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
14 de julio, 2014
Quiérase o no, la llamada crisis humanitaria que se ha producido en los Estados Unidos con motivo de la llegada de familias y niños no acompañados, principalmente al Valle de Texas, ha pasado de ser un problema imprevisible en su magnitud a un conflicto que toca los aspectos económicos, sociales y culturales, no solamente de Estados Unidos, sino de los países de origen de los menores y del predominantemente de tránsito, como lo es México.
¿Se hubiesen podido imaginar los gobernantes de los países involucrados en el problema las consecuencias que iba a traerles?
Con toda seguridad no.
El conflicto ha provocado el enfrentamiento entre los principales partidos de los Estados Unidos, así como de destacados personajes de la política de este país; ha obligado a que el propio vicepresidente de la Unión Americana, Joe Biden, y el secretario de Seguridad Interna, Jeh Johnson, viajen a Centroamérica a entrevistarse con los presidentes de los países de origen de los menores que son parte del flujo migratorio mayoritario, orillados, en buena medida, por las condiciones de pobreza y violencia que viven Honduras, Guatemala y El Salvador; también motivó que se reunieran los presidentes de México y Guatemala, Otto Pérez Molina y Enrique Peña Nieto.
Además, se vio prácticamente obligado el gobierno mexicano a establecer el operativo Frontera Sur para tratar de tener control de quienes ingresan por la frontera con Guatemala, estableciendo estaciones de supervisión y vigilancia y creando un documento de acceso a quienes pretendan ingresar a suelo mexicano en los estados que colindan, y se armaron campañas de disuasión entre los residentes de los países centroamericanos antes mencionados para frenar sus intenciones de correr la peligrosa aventura de llegar a la Unión Americana, campaña, debe decirse, con el auxilio de fondos provenientes de los Estados Unidos.
Se ha propuesto, asimismo, modificar el acta de 2008 de protección a víctimas de tráfico de personas, promulgada por el ex presidente George W. Bush, que establece un proceso diferente de deportación para los indocumentados procedentes de países contiguos, entiéndase México y Canadá, por una parte, al del resto de las naciones donde se encuadra precisamente Centroamérica.
Lejos de contarse ya con la solución al problema, en ocasiones parece complicarse y hasta el momento presente existen algunas propuestas que podrían darle viabilidad a una solución a corto o mediano plazo, pero su implementación será lenta y sujeta a un gran debate que se ha dado entre grupos anti-inmigrantes, grupos que rechazan la llegada y refugio a las familias migrantes, y políticos y legisladores que no coinciden en cuál es el mejor procedimiento para superar el conflicto.
De donde no han trascendido muchos de los efectos que se han provocado, es de los estados mexicanos de tránsito de los menores, quienes, ya sea a bordo de autobuses, o de la llamada "bestia", cubren una travesía que culmina en Tamaulipas, antes de cruzar y entregarse a las autoridades migratorias en busca de encontrar la tierra prometida. Claro, los que han logrado llegar.
Hace tan sólo algunos meses, la escalada del problema no se hubiera podido ni imaginar y esa es la lección que deberíamos aprender, aunque con toda seguridad se habrán de derivar muchas más lecciones, cuyo aprendizaje nos podría dar una experiencia que nos serviría en el futuro.
Por lo pronto el problema está vivo y quizá creciendo.