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Los vientos panistas

José Luis B. Garza

7 de abril, 2014

Mucho ha cambiado la fisonomía política de México desde que Vicente Fox Quezada tomara posesión como presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el primero de diciembre del año 2000, en un acto inédito en el que al guanajuatense le fue impuesta la banda tricolor presidencial tras 72 años de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernara ininterrumpidamente el país.

Llegó precedido de una gran popularidad que ganó como diputado federal y gobernador de su estado natal. Sus desplantes lo  convirtieron en un hombre que captó la simpatía de muchos mexicanos que creyeron encontrar en Fox al presidente que  transformaría a la Nación.

Junto con él, arrastrados por lo que se llamó el "efecto Fox", lograron obtener posiciones muchos de los que participaron en su campaña, quienes, ya sea por votación directa o proporcional, asumieron puestos en el poder legislativo y, en muchos de los casos, en el ejecutivo a nivel municipal y estatal.

En Tamaulipas y Nuevo León se sintieron los mencionados efectos; diputados, alcaldes e, inclusive, en el caso de Nuevo León, gobernadores, asumieron funciones llevados al poder por el partido azul.

Se inició una época en la que, tras otro proceso electoral, el PAN pudo, en una controvertida elección, llevar a la Presidencia a Felipe Calderón.

Para entonces muchos de los ex militantes panistas, y algunos que jamás lo fueron, se integraron a una estructura gubernamental que, una vez recuperados los priístas de la derrota del año 2000, ya los panistas no pudieron retener.

Eso no fue lo peor para el PAN. Sus militantes y neomilitantes, agrupados actualmente en los dos bloques que se han formado, sostienen una campaña en pos de la presidencia de ese partido que concluirá en mayo y que habrá, más que determinar quién será el titular de la Presidencia del partido, qué grupo se levanta como ganador.

Los perdedores, con algunas excepciones, estarán condenados, cuando menos temporalmente, a ser relegados de las candidaturas a diputaciones federales del próximo año y, quizá, a algunas gubernaturas que se definirán dentro de los dos años venideros.

Pero las cabezas de las  corrientes tienen nombre y apellido, Ernesto Cordero Arroyo y Gustavo Madero Muñoz, quienes se  dedicaron, el domingo, el primero, y el lunes, el segundo, a visitar Tamaulipas en pos del apoyo de los militantes.

Su gira ha sido precedida por furibundos ataques, más que por la proyección de su imagen positiva.

En Tamaulipas, es bien sabido, los panistas lograron en la última elección federal de diputados conquistar seis de los ocho curules que estuvieron en juego, así como las dos senadurías.

Posteriormente, en la elección de presidentes municipales lograron ganar varias contiendas, que, si no fueron la mayoría, sí son significativas por figurar entre ellas dos importantes ciudades como lo son Matamoros y Nuevo Laredo.

Los dos bandos de los panistas tamaulipecos parecen estar ya conformados en torno a sus candidatos favoritos, en cuanto a miembros connotados se refiere. La militancia en general es otra cosa.

Pero en los úlimos meses los miembros del PAN han dado sorpresas en cuanto a sus alianzas y contra-alianzas.

La visita, así, de los dos contendientes por la presidencia panista en Tamaulipas habrá de  comenzar a definir la tendencia dominante, aunque, también, quiénes se perfilan para las dos elecciones que estarán en juego en el 2015, la de diputados federales y la de gobernador, para lo cual, si hoy fuera la elección nada garantizaría al PRI que puede ganar.

 

Email: bgarzajose@yahoo.com

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