Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
28 de marzo, 2010
En el sexenio de Adolfo López Mateos, surgieron los primeros diputados plurinominales, como una fórmula para compensar el hecho de que hasta entonces el PRI ganaba todas las elecciones, desde la presidencia de la república, las gubernaturas y las alcaldías. Eran los tiempos en que cuando el PRI perdía, arrebataba, como años más adelante diría Alfonso Martínez Domínguez. Los primeros diputados plurinominales los tuvo el PARM, partido que junto con el PPS, surgieron al amparo del gobierno priísta. Al principio esta clase de legisladores solo los obtenían los partidos perdedores. Después el reparto también incluyó a los del PRI y es así como en el 2006, la reynosense Amira Gómez fue apaleada en las urnas, pero de todos modos llegó al Senado de la República, porque encabezaba la fórmula de senadores. Cuando en México surgió una oposición real, a partir de 1989, con el triunfo del PAN en la gubernatura de Baja California, muchos ciudadanos empezaron a preguntarse si no era hora de desaparecer a esta clase de legisladores. O al menos reducirlos, porque nosotros seguimos pensando que México funcionaría muy bien con un Senado de entre 48 a 64 senadores, con una Cámara Baja de entre 250 a 300 diputados, con un Congreso tamaulipeco de no más de 20 legisladores y con un cabildo neolaredense de entre 10 y 12 regidores. En forma cínica y descarada todos los partidos impusieron la fea costumbre de colocar en los primeros lugares de la lista a dizque a grandes “personajes”, que sin hacer campaña y sin gastar un solo centavo, llegan a las cámaras de diputados y de senadores. Pero además, aunque la ciudadanía no los eligió en las urnas, de todos modos terminan apoderándose de las mejores comisiones. Esto ocurre lo mismo en el PRI que en el PRD, el PT, Convergencia, el PAN, en todos, pues. Y es que no quieren exponerse a que la ciudadanía los aporre en las urnas. Y esto lo hacen lo mismo un Manlio Fabio Beltrones que un Santago Creel, un Beto Anaya, un Jesús Ortega o un Jorge Emilio González. A todos los une el miedo de perder y por eso no se arriesgan a participar en una elección de mayoría. Lo vemos aquí en Tamaulipas donde Ricardo Gamundi no ganó en las urnas y sin embargo pastorea a los diputados del PRI. En el caso de Nuevo Laredo, resignada a perder en las urnas, la oposición participa en cada elección no pensando en ganar la alcaldía, sino pensando en cuántas regidurías puede ganar. Y no deja de ser curioso que las primeras regidurías de representación las gano el PAN en 1983, pero en protesta porque el PRI les hizo fraude, los ediles electos, Leopoldo Ortiz y Antonio Arredondo, se rehusaron a tomar protestas. En su lugar, Victorino Jasso y Jaime Bulás se apresuraron a levantar la mano diciendo que ellos sí aceptaban. Años después, en diferentes épocas, tanto Polo Ortiz como Antonio Arredondo volvieron a ser elector regidores plurinominales. Acostumbrados a ganar por esta vía, hay políticos que sueñan con que algún día se aprueben las alcaldías de representación proporcional para tener el valor de inscribirse en una elección, no hacer campaña, no tener que gastar un solo centavo y de todos modos obtener el poder. Pero eso nunca va a suceder, no mientras seamos una república.