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El fin del neoliberalismo en el sistema de salud pública

Héctor Garcés

01 de junio, 2023

Como parte de la estrategia para rescatar el sistema nacional de salud y frenar su privatización, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador puso fin al control que ejercían 10 empresas distribuidoras en la compra y venta de medicamentos.

Esas 10 empresas, que ni siquiera eran laboratorios, sino simples intermediarios, se llevaban a sus bolsillos 100 mil millones de pesos.

Ese esquema fue el que prevaleció durante el periodo neoliberal, el que tuvo como propósito desmantelar el sector salud y reducir el papel de la Federación a la de un simple repartidor de recursos a los estados de la república.

‘Era mucho lo que se robaban’, dijo ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador en el evento donde se formalizó la adhesión de Tamaulipas al programa IMSS-Bienestar, acto realizado en Tampico y en el que estuvieron presentes el gobernador Américo Villarreal Anaya; el secretario de salud, Jorge Alcocer; y el director general del Instituto Mexicano del Seguro Social, Zoé Robledo. 

Al dejar de destinar tanto dinero a las empresas distribuidoras de medicamentos, el gobierno de la Cuarta Transformación logró un ahorro de 50 mil millones de pesos.

En su discurso, López Obrador puso otro ejemplo del despilfarro de recursos con la aplicación del modelo neoliberal en el sector salud mexicano: cuando fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, su administración construyó un hospital con capacidad de 140 camas en Iztapalapa con una inversión de 300 millones de pesos. Poco tiempo después, con un contrato de ‘asociación pública y privada’, se construyó en el Estado de México un hospital de las mismas características, con 140 camas. La diferencia fue el costo: 7 mil millones de pesos.

¿Por qué se incrementó tanto el costo? Porque ese tipo de contratos permite que una empresa privada administre el hospital durante 20 o 30 años. Bajo ese método, el gobierno del Estado de México sigue pagando todavía hoy cientos de millones de pesos al año a esa empresa.

Puso un ejemplo más, pero del sistema penitenciario: aunque no precisó cómo, llegó a su fin ese tipo de contratos de asociación pública privada en 10 reclusorios. Es decir, eran cárceles que eran manejadas por empresas.

Bajo ese esquema, tener a un preso en ese tipo de reclusorios, costaba 5 mil pesos diarios, como si estuviera hospedado en un hotel de cinco estrellas. El costo era exorbitante.

Con eso, con poner fin a esos contratos, comentó el señor de Palacio Nacional, se logró un ahorro de 10 mil millones de pesos.

Lo que no dijo ayer el presidente es que esos contratos se establecieron en el sexenio de Felipe Calderón por más de 266 mil millones de pesos y beneficiaron a empresas cuyos propietarios son hombres de negocios muy conocidos: Carlos Slim, Olegario Vázquez Raña y hasta el cuñado de Carlos Salinas de Gortari, entre otros.

Ambos casos, tanto la privatización del sistema de salud, como del sistema penitenciario, reflejan el jugoso negocio en que se convirtió el neoliberalismo en México, mientras el Estado se hacía cada vez más pequeño y menos responsable en el cumplimiento de sus funciones elementales ante los ciudadanos.

Con el neoliberalismo, se puso en manos particulares la operación diaria de los hospitales públicos. Con el concepto de la subrogación de servicios, las empresas cobraban millones de pesos por prestar los servicios de laboratorio, de lavandería, de cocina, de ambulancias, de vigilancia. 

El sometimiento del IMSS y del ISSSTE llegó a tal grado que también pagaron docenas de millones de pesos por ‘asesorías’ a empresas extranjeras. Sí, por ‘asesorías’ para, supuestamente, mejorar sus servicios.

Como lo dijo en dos o tres ocasiones el presidente, aquello fue una ‘robadera’, un franco ‘agandalle’. Eso fue el neoliberalismo, el capitalismo de cuates: empresarios sumamente ricos y ciudadanos extremadamente jodidos.

Con la puesta en operación del IMSS-Bienestar, se tienen varios objetivos: mejorar la infraestructura hospitalaria, contar con suficientes médicos, tanto generales como especializados, así como dar una cobertura universal, una atención médica para todos los mexicanos. ¿Se logrará? La tarea no es fácil, no es sencilla, es bastante compleja.

Sin embargo, la salud es una responsabilidad del Estado, es algo tan serio que no puede quedar en manos de particulares. Es una responsabilidad del gobierno federal construir un verdadero sistema de salud pública. El nombre es lo de menos, puede llamarse Insabi o IMSS-Bienestar, eso no importa. Lo importante es que el mexicano pueda ir a un hospital o a una clínica y reciba atención médica de calidad.

Persiste la inquietante pregunta: ¿Se logrará?

Ya lo veremos… mientras, Tamaulipas ya forma parte del esquema IMSS-Bienestar.

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