Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
12 de julio, 2010
Lo que no termina de pasar en Tamaulipas, ha sido cosa seria. Los daños ocasionados por el huracán Alex y también por la depresión tropical número dos, que muchos confundieron con Bonnie, son mayúsculos. Un rápido recuento, nos habla de por lo menos siete personas fallecidas. Afectaciones en 30 municipios, 76 comunidades incomunicadas y 83 sin suministro de energía eléctrica. 350 mil personas en Nuevo Laredo sin posibilidades de movilizarse, debido al cierre de las carreteras Monterrey-Nuevo Laredo, Anáhuac y a Piedras Negras. 17 mil 643 tamaulipecos afectados directamente por inundación de sus viviendas en Matamoros, Reynosa, Hidalgo y Padilla, los municipios más dañados. 5 mil 902 casas averiadas por aire o agua en toda la entidad. De 18 mil albergados, 3 mil aun permanecen en refugios. Nadie puede decir que es algo mínimo. Tamaulipas vive un estado de emergencia. Y se tiene la sensación de que el apoyo del gobierno federal ha sido más que corto. Muy cierto es que la atención nacional, y por ende el apoyo, se lo ha llevado Nuevo León. En ese vecino estado, el desastre es más grande que en Tamaulipas, pero no por ello se debe regatear el respaldo de la federación. Es público y notorio que dependencias como Conagua y Capufe no tienen a nuestro estado entre sus prioridades. Está más que visto que los apoyos del llamado Fondo Nacional de Desastres, tardan una eternidad en “aterrizar”. No le queda más al gobierno estatal que hacerle frente a la contingencia. Y como ha sucedido otras tantas veces, la sociedad civil, será en buen porcentaje quien cargará con el peso de la reparación y el apoyo humanitario. Mientras tanto, el gobierno federal, como lo ha sido desde 1985, aletargado, desesperantemente lento. Y hasta indolente.