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Reelección, premio o castigo

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10 de diciembre, 2009

La temporada decembrina ha detenido un tanto el debate, la discusión y la cascada de opiniones, pero den por seguro que en el 2010, cuando el Presidente Felipe Calderón envíe al Congreso la iniciativa para eliminar la restricción que impide a alcaldes y legisladores ser reelectos, habremos de ver, leer y escuchar fuertes criticas y furibundas defensas. Y no faltará quien hasta diga que si Francisco I Madero viviera, se volvería a morir de la vergüenza. Y no es para tanto. El lema del llamado Apóstol de la Democracia solo tenía como alcance la presidencia de la republica. Nunca se refirió a la reelección en otros cargos. El ejemplo lo tenemos en muchas partes del mundo. Y con éxito. Sin ir más lejos, en el Valle de Texas, tenemos alcaldes y legisladores que se han pasado toda una vida en sus cargos. Y ahí siguen. Desde luego, suponemos que la propuesta presidencial no vendrá enfocada a tener alcaldes o diputados “de por vida”, sino por cuando menos dos o tres periodos continuos. Si eso ha funcionado en otros países, no vemos por qué en México no. Lo más interesante de la propuesta que viene, está en el poder que se les puede dar a los ciudadanos, a aquellos que con sus votos, llevan a los políticos a ocupar el cargo. Por ejemplo, los diputados, no necesitan actualmente nada de sus electores para sobrevivir. En cambio, si necesitaran y desearan reelegirse, como lo deben querer todos ellos, tendrían, ahora si, que someterse al juicio ciudadano. Si cumpliste, si hiciste bien las cosas, te puedes volver a lanzar. Si mentiste, si nunca regresaste a tu distrito, si no viste por los intereses de tu electorado, te pagarán con desprecio. Hoy en día, los legisladores solo necesitan de sus dirigentes de partido para seguir avanzando en su carrera política. Con una mecánica de reelección, las cosas cambiarían. La gente, el electorado podría dar una de dos al diputado: premio o castigo. Y en el caso de las alcaldías, las variantes son similares. Hay miles de presidencias municipales en la republica mexicana que cambian cada tres años. (En Coahuila recientemente han aprobado alargar a 4 años los periodos) Y cada trienio, inicia desde cero, con un jefe de la comuna que desconoce como se manejan las cosas. Y que tarda en aprender. Decía con Jorge Cárdenas González que “tres años eran muy pocos para un presidente municipal”. El viejo político manifestó en más de una ocasión que “el primer año era para aprender a ser alcalde, el segundo para medio trabajar, y el tercero para preparar la salida…” Y es cierto. Las acciones buenas de gobierno requieren de más de tres años para consolidarse. Y si un presidente municipal, hace bien las cosas, y tiene la aprobación de su pueblo, puede y debe repetir en el cargo. Aquí, también la gente, la sociedad tendría la potestad de calificar el desempeño. Es igual que con los legisladores: Premio o castigo
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