Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
27 de noviembre, 2009
En el apogeo de la fiebre de “candidatitis”, que mantiene en efervescencia la víspera de un año electoral plagado de aspirantes, las encuestas dejan de ser una herramienta meramente estadística y se transforman en señales que eventualmente marcarán el rumbo de algunos políticos, aun y cuando estos mecanismos no representen en si un instrumento definitivo. Pero ¿que tan en serio debemos tomar las encuestas? Debe tomarse en cuenta que, desde su génesis, una encuesta parte de una falsa realidad, es una fotografía recreando un escenario hipotético de “Si hoy fueran las elecciones, ¿por quién votaría...” y hay quienes las usan como marketing para crear la necesidad de inclinarse por tal o cual personaje e influir en el electorado para conseguir votos. A considerar, la información que aporta una encuesta debe estar orientada para corregir a tiempo los puntos débiles de un candidato y que pueda indicar qué tipo de estrategia es la más adecuada para seguir adelante. Por lo tanto, las encuestas deben ser interpretadas, hay que saberlas leer para tomar decisiones, ya que el propósito de este ejercicio es aportar al posicionamiento de la imagen que el público tiene de los candidatos en la arena electoral. Por supuesto que el conjunto de información que genera una encuesta nos permite conocer lo que el electorado demanda para encontrar a un candidato determinado de alto rendimiento, electoralmente hablando, y que cumpla con el perfil en la papeleta, pero indudablemente el pulso y la preferencia ciudadana se gana en las campañas. Este ejercicio recolecta algunos datos sobre lo que piensan los electores de un determinado candidato, pero no se deben sobreestimar ni subestimar sus resultados. Finalmente, el elector decidirá en base al perfil y propósitos del aspirante, pues para eso son las campañas, y quienes se dediquen a buscar en las encuestas al que se perfila vencedor de la próxima elección eventualmente será una búsqueda inútil. Un claro ejemplo son las recientes elecciones en Nuevo León donde el panista Fernando Elizondo, un político de alto calado en el norte del país, se consolidaba al frente de las preferencias de los votantes, pero finalmente el electorado se inclinó por el priísta Rodrigo Medina, ubicado en la parte baja de las encuestas, pero que atrajo la atención de la ciudadanía con un perfil de candidato joven e innovador. En una conferencia dictada recientemente en Monterrey, el ex presidente estadounidense Bill Clinton, recurrió a una analogía para arrojar una gráfica de lo que debe realmente reflejar una encuesta: Es como una carrera de caballos, pero los punteros que dominan en la primera curva no necesariamente serán los primeros en llegar. Faltan más curvas y la meta absoluta se gana en la recta final. Así pues ¿quién llegará?