Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
17 de noviembre, 2011
Las tragedias, sobre todo cuando tienen amplias repercusiones sociales o políticas, dan lugar inevitablemente a múltiples anécdotas.
Muchos personajes que se ven inmersos de una forma u otra en detalles que, relacionados directa o indirectamente, o bien afectados por los sucesos, tienen algo que contar y, en ocasiones, algo que aportar.
Quien escribe estas líneas formó parte, por azares del destino, de un grupo de consejeros del Instituto de los Mexicanos en el Exterior que figuraban en la agenda del Presidente Felipe Calderón para dialogar con el mandatario mexicano en la residencia oficial de Los Pinos.
Como se encuentra establecido por las estrictas medidas de seguridad, previamente se había dado aviso a todos los consejeros para que estuvieran puntuales a abordar los autobuses que harían el traslado a la casa presidencial. No era la primera ocasión en que el jefe de las instituciones nacionales de México daría oportunidad de que quienes representan a la comunidad mexicana en los Estados Unidos y Canadá, expresaran sus inquietudes y tuvieran la oportunidad de la histórica foto. En el mes de abril del año anterior ya había sido recibido un contingente similar, durante una memorable ocasión en que acompañaron al presidente Calderón los secretarios de Gobernación y de Relaciones Exteriores. En esta ocasión la cita estaba para el medio día del viernes, así que, en cumplimiento de los protocolos para este tipo de eventos, llegamos poco después de las once, para, así, pasar por los filtros de seguridad con tiempo para ubicarnos, sin prisas, en el salón donde se llevaría a cabo el encuentro.
Mientras permanecíamos en fila escuchamos el singular ruido de un helicóptero que tomaba altura.
Unos segundos después, oficiales del Estado Mayor Presidencial vinieron hacia nosotros y sin más, dijeron que la entrevista con el presidente estaba cancelada, dando, al mismo tiempo, instrucciones precisas para que los autobuses que nos habían trasladado se ubicaran convenientemente para transportarnos de regreso.
Una gran confusión reinó entre los invitados a visitar Los Pinos, no sin una mezcla de molestia.
En un principio se tomó como una descortesía la cancelación, pero, aunque en los accesos a la residencia presidencial se encuentra limitada la señal de internet, mediante llamadas por radio y, posteriormente, conforme salíamos entre los jardines que rodean la casa del mandatario, estrictamente vigilados por uniformados pertenecientes al Estado Mayor Presidencial, fuimos recibiendo paulatinamente la información del accidente en el que perdió la vida el secretario de gobernación y otros funcionarios de alto nivel al caer el helicóptero en el que se transportaban a una reunión con procuradores de justicia.
Más tarde, en un breve comunicado oficial, se dio a conocer que el presidente Calderón había cancelado el encuentro con los migrantes, al igual que un viaje a Hawaii.
El siguiente día, en una ceremonia especial con los directivos del Instituto de los Mexicanos en el Exterior, se hizo entrega a los consejeros de sendas cartas de reconocimiento firmadas de puño y letra por el propio Primer Mandatario de la Nación. Dicha carta, aunque altamente apreciada por sus poseedores, seguramente siempre traerá el recuerdo de la pérdida de un importante funcionario de México cuyos efectos, en estos momentos no es posible predecir aún.