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El 9-11 y la frontera

José Luis B. Garza

12 de septiembre, 2011

El mundo entero, prácticamente, recordó el domingo anterior, sin dejar de asombrarse ante la magnitud de la masacre, los acontecimientos ocurridos hace diez años, en los que miles de personas perdieron la vida en el atentado a las torres gemelas en Nueva York y al Pentágono, ubicado en Arlington, Virginia, muy cerca de Washington, D. C..

A lo largo del último decenio se han difundidio incontables escenas de la forma en que los aviones se estrellaron en los edificios y de los momentos de horror, muerte y conmoción que sacudieron al planeta.

Los hechos cambiaron la política interna y externa de los Estados Unidos; frustraron proyectos, entre ellos el de una reforma migratoria; reorientaron presupuestos; transformaron la aeronáutica comercial, pero, sobre todo, modificaron las regulaciones de seguridad que afectaron a la nación entera y a sus habitantes.

Frecuentemente asumimos que todos tienen clara conciencia de que el nueve de septiembre de 2011 marcó un antes y un después  en la vida moderna del país más poderoso del mundo y, por extensión a las relaciones que sostiene con todas las naciones.

La frontera entre México y Estados Unidos no escapó a la transformación. Nuevas medidas de seguridad fueron adoptadas paulatinamente con el fin de incrementar el control en el flujo de  visitantes. Nadie podía en aquel entonces asegurar que los insólitos ataques eran los únicos y que no se iban a repetir. Todas las precauciones eran necesarias.

Ese proceso no fue inmediato . Pero si fue inmediata la reacción de los responsables de Aduana y el entonces Departamento de Inmigración de los Estados Unidos que extremaron las medidas de seguridad al punto de que las semanas  posteriores a los atentados se tradujeron en estrictas revisiones que hicieron mucho más lento el paso hacia los Estados Unidos en los cruces internacionales.

Algunos residentes fronterizos conservamos los recuerdos de las interminables filas de autos en los pasos internacionales, producto de las escrupulosas revisiones.

Quizá quienes más resentían las dificultades para cruzar de México a los Estados Unidos eran los estudiantes inscritos en las ciudades del Valle de Texas, pero de familias residentes en el lado mexicano, que a diario eran llevados por sus padres para asistir a sus respectivas escuelas. Quien esto escribe conserva muy clara las imágenes de niños semidormidos aun, en las madrugadas, ya con los primeros embates de los vientos polares, cruzando el puente internacional a pie, que así era más rápido, esperados  por familiares o amigos adultos que previamente habían cruzado la noche anterior o en las primeras horas del día, para recibirlos en pequeños grupos y conducirlos a sus centros de enseñanaza en el Valle de Texas.

Las minuciosas inspecciones y las dilaciones en los cruces redujeron drásticamente el número de visitantes, en su gran mayoría consumidores mexicanos que  tradicionalmente han cruzado para efectuar compras que produjeron una drástica caída  de la actividad comercial en la franja  fronteriza estadounidense.

Las autoridades de las ciudades, conjuntamente con las cámaras de comercio, desarrollaron una gran labor para contrarrestar el efecto económico mencionado en dos sentidos principalmente: Primeramente gestionando ante las autoridades federales que se establecieran medidas que agilizaran las revisiones en los los puentes internacionales que, tras dar resultado y comenzar a diminuir los congestionamientos, fueron seguidos por una campaña en ciudades cercanas a la frontera, especialmente Monterrey, para dar a conocer que el flujo vehicular era mucho más rápido.

Eso dejó una lección que no debería de ser olvidada. La importancia del consumidor mexicano para la vida económica de Texas.

En años posteriores la tecnología, como la radiofrecuencia y los sistemas de rayos X, así como el establecimiento de sistemas de cruce rápido, han dado nuevas opciones para mejorar la vialidad internacional.

La vida, sin embargo, cambió en muchos sentidos para los residentes de la Unión Americana, que no podrán olvidar la gran tragedia al cobrar conciencia de que nadie, como persona, ni como país, está ajeno a sufrir un atentado. 

pepebgarza@yahoo.com 

 

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