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La mexicana, una sociedad de baja intensidad

Héctor Garcés

3 de junio, 2025

Para entender lo que sucedió en la inédita e histórica jornada electoral del domingo pasado, debemos partir de una definición planteada por Max Weber, figura fundadora de la sociología, de lo que es el poder:

‘El poder está relacionado con conseguir lo que se quiere, aunque otros se opongan’.

Desde el análisis sociológico, eso es el poder.

Eso fue lo que pasó en el proceso para elegir jueces y magistrados del Poder Judicial de la Federación y del Poder Judicial de Tamaulipas bajo el contexto de un régimen en construcción y que llega a su fase de consolidación.

Ese régimen en construcción, fundado como partido político apenas hace 11 años y que hoy ya actúa como partido hegemónico, es la Cuarta Transformación.

Creado por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, en el transcurso de solamente una década el Movimiento de Regeneración Nacional ganó en dos ocasiones, en 2018 y 2024, la presidencia de México, es decir, el Poder Ejecutivo.

Hace un año, Morena y sus aliados, el PT y el Partido Verde, arrollaron en las urnas a tal grado que se llevaron la mayoría calificada de la Cámara de Diputados y, quedaron a solo tres senadurías, de alcanzar la anhelada mayoría en la Cámara de Senadores, la que obtuvieron con una serie de polémicas negociaciones con senadores perredistas y un panista de oscura y tormentosa trayectoria familiar.

Con dos Poderes en sus manos, el Ejecutivo y el Legislativo, la 4T fue por el Poder de la República que le faltaba a través de una reforma cocinada ‘al vapor’: el Poder Judicial.

¿Fue una ocurrencia del expresidente Andrés Manuel López Obrador como dicen algunos ‘sesudos’ analistas que simpatizan con la oposición? No, no lo fue.

Para analizar este punto debemos partir de una elemental pregunta: ¿El Poder Judicial que está de salida, el que está a unos meses de dejar sus oficinas, era un Poder autónomo e independiente como dicen ‘los especialistas’ del Derecho y la ‘teoría política’?

Por supuesto que no. Jamás lo fue. Nunca lo ha sido.

Los presidentes siempre impusieron a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El máximo tribunal siempre tuvo una composición al gusto de quien estaba en Los Pinos. Cada perfil respondía a los intereses políticos del momento. Cierto, desde ahí mismo, desde la presidencia, se le otorgaba uno o hasta dos magistrados a la oposición, pero no más.

¿Por qué se hacía eso? Para decir que la Suprema Corte de Justicia discutía abierta y democráticamente los casos que ahí llegaban. Sin embargo, en el fondo siempre se sabía que las decisiones que se tomaban eran al gusto del presidente de la república en turno.

Un ejemplo más, pero en tierras tamaulipecas: en el sexenio pasado, el panista Francisco García Cabeza de Vaca impuso a uno de sus empleados, a quien había sido el encargado de su oficina, un tal David Cerda (sin experiencia alguna en el sistema judicial), como presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado.

¿El PAN y el PRI se opusieron a esa descarada imposición? ¿Los sesudos analistas que simpatizan con los intereses del conservadurismo dedicaron sus columnas y sus espacios de opinión en contra de la designación de un cabecista en el máximo tribunal de justicia de Tamaulipas? ¡¡¡Por supuesto que no!!! Nada dijeron. Ni pío.

Para colmo, Cabeza de Vaca, un gobernador panista asesorado por el despacho jurídico de Roberto Gil Zuarth, puso a su servicio las resoluciones de los jueces de distrito federal con cabecera en Reynosa. Estos jueces federales, como bien se sabe, le dieron a Cabeza de Vaca y a sus familiares cercanos múltiples amparos para no caer tras las rejas.

Con esos ejemplos queda demostrado que el Poder Judicial que se va no era independiente ni autónomo. Decir lo contrario es grotesco. Ese Poder Judicial que se va respondía a intereses del presidente y de los gobernadores en turno, además de bailar al son que les dictaban las élites empresariales.

¿Y ahora?… ¿Los Poderes Judicial, tanto el federal como el estatal van a ser independientes y autónomos? ¡¡¡Claro que no!!! ¡¡¡Por favor!!!

Las luchas por el poder así son, así han sido siempre… y así seguirán.

Quien no entienda que todo esto se ha tratado de la lucha por ganar y controlar un poder, es que no ha entendido nada. Era un Poder Judicial controlado por el PRIAN y ahora pasa a manos de Morena, un partido que se encuentra en la etapa de consolidación de su régimen, un régimen que todavía está en construcción.

Por supuesto, los resultados de la jornada electoral del domingo sí cuentan: la 4T buscaba legitimar la obtención del Poder Judicial con una votación respetable (mínimo el 20 por ciento de participación ciudadana).

Sin embargo, la Cuarta Transformación se quedó corta en el resultado. ¿Por qué? ¿Falló la movilización de las estructuras morenistas? ¿Los ciudadanos expresaron su inconformidad y su rechazo con la elección no asistiendo a las urnas? ¿Las autoridades electorales, el INE y el IETAM, se equivocaron en su estrategia de difusión y comunicación? ¿Los medios de información no se interesaron en el proceso electoral?

Tal vez algunos de esos factores influyeron en cierta medida, aunque el escaso interés tiene que ver con otra causa que vale la pena analizar bajo un concepto sociológico: la sociedad mexicana es de baja intensidad. Eso ha sido históricamente, una ciudadanía de baja intensidad.

Así es: los mexicanos muestran una reducida participación en la vida política y en las problemáticas sociales. Esa es la cruda verdad.

¿Cuál es el origen de esta conducta sociocultural? Metido en el laberinto de sus temas y problemas personales y familiares, el mexicano poco se interesa por los asuntos torales de la vida pública. Es un sujeto pasivo.

Para que una sociedad sea pasiva y registre bajos niveles de participación, también se debe analizar el factor mediático: ¿Qué temas abordan los medios de comunicación, en especial, esos que denominan ‘corporativos’? Por lo regular, la nota roja sin contexto, los chismes del espectáculo, los deportes como platillo noticioso permanente. ¿La política? Ese es un tema que, las grandes cadenas televisivas (venidas a menos), siempre tocan de manera superficial y sesgada, carente de profundidad. En otras palabras, el nivel de desinformación es alto.

Por tanto, el escenario electoral del primero de junio estaba decretado desde un inicio: la participación ciudadana sería baja… pero suficiente (13 millones de votantes -que ya quisiera el devaluado PRI o algún otro partidito de ‘la chiquillada’-) para que, bajo la perspectiva de la Cuarta Transformación, el nuevo Poder Judicial emergiera con la legitimidad de las urnas.

De esta forma, la 4T llega a la fase de consolidación de su régimen.

¿Por cuánto tiempo?… Esa pregunta se responderá a partir de las potentes y furibundas ofensivas políticas y policiacas (DEA, FBI, CIA) por venir de los vecinos del norte, del ultraderechista gobierno de Donald Trump… que no quiere que la izquierda se consolide en su patio trasero.

Y PARA CERRAR…

En alianza con el Partido Verde, Morena ganó las principales ciudades de Veracruz: Xalapa, Minatitlán, Coatzacoalcos, Pánuco y el caluroso puerto jarocho. Por sí solos, los morenistas también se llevaron Tuxpan. Con escasos 700 votos de diferencia, Boca del Río será para el PAN… aunque, seguramente, habrá impugnación y la elección se irá a tribunales.

La gran sorpresa fue Movimiento Ciudadano en las urnas veracruzanas: quedó en segundo lugar en la votación y triunfó en varias alcaldías, entre ellas, Poza Rica. ¿Qué tal?

Paso a paso, MC se convierte en la mejor alternativa de la oposición.

En Durango es nomás donde no puede entrar Morena: Toño Ochoa ganó la alcaldía de Durango capital. Con esto se comprueba que el Movimiento de Regeneración Nacional no es imbatible, ni invencible. Nada de eso.

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