Luis Alonso Vásquez
Dirección General
Martha Isabel Alvarado
Sub Dirección General
17 de agosto, 2011
La televisión tamaulipeca en las décadas de los 60s y 70s era apenas un pequeño e inofensivo engendro. La TV gringa, por su parte, era casi inofensiva en la frontera: lanzaba sobre una comunidad inocente y cándida, series de acción que los incipientes teleadictos digeríamos sin cuestionar: Bonanza, Combat, Rifleman yEl Avispón Verde.
En blanco y negro, los aparatos receptores de imágenes, carecían de la fuerza manipuladora o distorsionadora de los tiempos actuales: los noticieros mexicanos eran primitivos. Sus conductores apenas tenían idea de la capacidad de conducción social de este nuevo medio de información. Por su parte las televisoras gringas estaban dirigidas más al esparcimiento que a la información. Y a los fronterizos nos encantaba eso: no entendíamos ni madre de las series en inglés, pero inferíamos –más bien: adivinábamos- los contenidos por las actitudes de los protagonistas.
O sea: eran realmente anodinos los mensajes de la TV, en el sentido de que la manipulación apenas emergía; se movía pesadamente, con una coraza larvaria.
Esas circunstancias permitieron a la radio en Tamaulipas erigir su época dorada. Con música formidable, narraciones deportivas excepcionales –sobre todo de beisbol- y con la producción de radionovelas cautivó a una comunidad amplia y siempre atenta. Radionovelas como Porfirio Cadena el Ojo de Vidrio, Felipe Reyes, Chucho el Roto y Una flor en el pantano, mantuvieron prendidos a los transmisores los oídos de miles de emocionados radioescuchas cuya imaginación construía escenarios, personajes y acontecimientos emitidos por locutores y actores especializados para a golpe de voz comunicar, iras, amores, desamores y violencias.
Tamaulipas tuvo decenas de locutores legendarios, que hicieron de la radio uno de los instrumentos más versátiles y poderosos de información y propaganda comercial.
Escuchar radio en los 60s y 70s, era como postrarse ante un altar: se sentaba uno respetuosamente –obvio: en silencio para escuchar y dejar escuchar-; fijaba uno la mirada en el aparato sin verlo –obvio: nadie veía el radio, todos nos imaginábamos lo que nos transmitía el aparato-; y comentábamos y opinábamos únicamente en los comerciales –obvio: quien rompía esa regla, por interrumpir el trabajo imaginativo de los demás, era vilipendiado, abucheado por la concurrencia-.
Recuerdo con agrado a tres personajes del micrófono que hicieron de la radio tamaulipeca el medio de comunicación de aquella época.
El primero fue Pedro Gómez Rodríguez. Trabajó por años en la estación XEFD de Río Bravo, Tamaulipas. Incansable promotor deportivo y amante del futbol en la época en que la frontera era territorio beisbolero, se constituyó en un punto de referencia para entender la actividad deportiva en la ciudad. De voz educadamente modulada, agradable, fue contratado para narrar -por su conocimiento sobre el deporte- los juegos de beisbol de los Broncos de Reynosa.
Sintonizar la XEFD, aparte de una obligación, era una delicia.
Gómez Rodríguez era fanático del equipo de casa.
En el monumental Parque López Mateos, los Broncos enfrentaban en el Clásico del Norte a los Sultanes de Monterrey. El juego estaba tenso. Los Broncos sufrían abajo en la pizarra. El locutor también sufría.
Vino el poderoso cuarto bat de los Broncos.
Abanicó varios disparos del serpentinero enemigo.
Luego, en un error de cálculo del lanzador, el toletero prendió la esférica y la envió atrás de la cerca.
Gómez Rodríguez, en apego a su estilo y en honor a la emoción, soltó frente al micrófono e hizo estremecer a la fanaticada de los Broncos que atentos seguíamos el encuentro:
-La pelota se va… Se va… Se va… Se fue a chingar su madre!..
El segundo fue Sergio Cosar. Se autonombraba Reportero del aire. Era del DF y había llegado a Reynosa en los años 50, según se dice. Diseñó uno de los noticieros pioneros en la frontera tamaulipeca. Sin duda fue uno de los primeros gurúes del marketing en la radio. Su escuchado programa estaba plagado de notas policiacas. Del joven que terminaba en la cárcel por briago; del obrero que había golpeado a su esposa; del chofer desconcentrado al que hacían responsable de un choque.
Al final de cada nota, terminaba con una genialidad comercial:
“Si ese joven, hubiera tomado, mucha, pero mucha Seven Up, no hubiera terminado en la cárcel…”
“Si ese obrero, que golpeó a su esposa, hubiera tomado, mucha pero mucha Seven Up, nunca hubiera golpeado a su esposa…”
“Si ese conductor que dañó un carro ajeno hubiera tomado mucha, pero mucha Seven Up…”
El tercero, fue un personaje formidable de Ciudad Victoria. Su programa era una comedia de equivocaciones. Pero eso no mermó el liderazgo de su noticiero. La gente los seguía por sus notables y memorables pifias que fueron parte de la vida chocarrera de los victorenses. Se llamaba Félix Acuña Caballero.
Dejó miles de noticias memorables.
No se complicaba la vida. Su noticiero lo hacía leyendo las notas y anuncios que aparecían en los matutinos de la ciudad. Y listo. En los receptores se escuchaba con una gran nitidez, el chasquido de las páginas que leía; pero él no se daba por enterado.
Una tarde, leyó:
-Se vende burro con tres cojones.
Luego vino una presurosa corrección:
-Perdón, perdón. ¡Se vende buró con tres cajones!