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'No nos fuimos; nos echaron del PRI...'

José Ángel Solorio

30 de junio, 2011

 La década tamaulipeca de los años 70, estuvo marcada por la movilización política que decidió enfrentar al PRI, y sus prácticas, desde afuera. Desde Nuevo Laredo, hasta Matamoros, -pasando por la Frontera Chica, Reynosa, Río Bravo y Valle Hermoso- proliferaron liderazgos cívicos poderosos que trastocaron los escenarios microrregionales –léase municipales- que por décadas construyeron el circuito de poder en sus localidades.

 En Nuevo Laredo, emergió poderoso, arrollador Carlos Enrique Cantú Rosas; en Reynosa, aparecieron Horacio Treviño, Baltasar Díaz Bazán, José Francisco Treviño Rábago y López Olivares, entre otros; en Río Bravo, el carisma de Edilio Hinojosa López, la fogosidad de Rogelio López Ojodeagua y el empuje del profesor Esparza dieron cauce a la irritación popular y delinearon el triunfo posible de la ciudadanía; en Matamoros, Jorge Cárdenas González, José de la Paz Bermúdez y Sonia Martínez del Villar entre otros, decidieron enfrentar al PRI disputándole el poder municipal.

En San Fernando, Laurencio García haría lo propio.

 La ola opositora no paró ahí. Pasó como rayo por Victoria –en donde un fugaz opositor llamado Raúl Flores Morán, apenas movería las inquietudes cívicas en una burocratizada capital del estado– hasta instalarse en Ciudad Mante. En esta ciudad, las masas se desbordaron. El régimen estatal, encabezado por Enrique Cárdenas González canceló el diálogo y envió a la fuerza pública a aplastar el movimiento. La iniciativa popular mantense, fue la más golpeada en Tamaulipas: decenas de heridos, decenas de encarcelados, decenas de golpeados y varios muertos. Uno de los líderes más emblemáticos de esa insurrección ciudadana fue el profesor Rafael Torres Plata; murió, a decir de quienes estuvieron cerca de él, torturado por los guardianes del orden.

Fue fragorosa esa década. Miles de tamaulipecos salieron a las calles. Nunca antes, un movimiento opositor había capitaneado a tanto ciudadano por asuntos electorales.

El viejo régimen empezaba a derrumbarse.

La alternancia atisbaba apenas, en el horizonte tamaulipeco.

No fue sencillo para los nuevos liderazgos adaptarse a un escenario turbulento que amenazó  con digerirlos, demolerlos. En no pocas ocasiones, esas rebeliones ciudadanas se vieron en la necesidad de repeler -de igual forma- las agresiones a balazos que para intimidar, se instrumentaban desde las áreas de autoridad.

Edilio Hinojosa López, sufrió varios atentados. Uno lo dejó moribundo. Camino de Río Bravo a Ciudad Mier, fue interceptado por varios coches en donde iban varios hombres armados. “Eran judiciales”, me narraría años después. Caía la tarde. Los policías pensaron que tendrían un día de campo.

Pero no; nada de eso.

 Edilio, hombre de campo en su juventud, y diestro en la cacería, iba armado. Bloqueado su carro, bajo con la charola de diputado federal en la  mano izquierda.

-¡Soy diputado federal!-, gritó.

Los judiciales, iban a lo que iban. Desenfundaron y encañonaron a Edilio y a sus acompañantes.

 “Cuando desenfundaron, pensé: me van a matar”, comentaría.

  Con esa certidumbre, decidió confiar en su pistola, en sus habilidades de tirador y en su suerte. Desenfundó y disparó varias veces. “No recuerdo cuantas”, me dijo, “porque cuando los balazos también vienen de allá para acá también, escuchas muy poco”.

El resultado: varios policías heridos y un diputado federal con un tiro en la cabeza.

Milagrosamente sobrevivió. Sin la menor secuela.

En una de las innumerables entrevistas que me concedió, pregunté:

-¿Oiga, y porqué optaron por el PARM?..

-Éramos priistas. Todos. No nos fuimos del PRI. Nos echaron del PRI…

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