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La destitución de Egidio

José Ángel Solorio

22 de abril, 2011

 Durante su administración gubernamental en Tabasco, Roberto Madrazo Pintado tuvo un sinfín de problemas políticos. Uno de ellos, el más trepidante, nada más y nada menos que con el Presidente Ernesto Zedillo. Habiendo derrotado en las urnas en una elección muy cerrada a Andrés Manuel López Obrador, había tomado las riendas del gobierno con dosis nada optimistas de legitimidad.

 El desprecio del Presidente Zedillo, convertía esa debilidad en un asunto de extrema seguridad para el proyecto que Madrazo –y sus amigos- por décadas habían estado construyendo: llegar a Los Pinos. Tomó protesta como gobernador en 1995.

  La incertidumbre fue el signo del inicio de su gobierno. La preocupación se transformó en angustia. El Presidente Zedillo, dispuesto a dar un golpe de timón contra el salinismo y contra su representante en el Sureste mexicano, hizo llamar a Madrazo a Los Pinos.

 La prensa y la clase política nacionales ya lo sabían. Zedillo a través de su Secretario de Gobernación, pediría la renuncia al gobernador de Tabasco. Era un hecho.

 Madrazo, acorralado, hostigado por el –por esos días- inobjetable poder presidencial, tomó un avión privado y partió a la Ciudad de México. Contra lo que ordenaba la lógica institucional, no llegó al despacho del Secretario de Gobernación. Se dirigió a dialogar con los factores políticos salinistas y amigos de aventuras políticas.

 “Regrésate a Tabasco a gobernar”, le recomendaron.

  Eso hizo Madrazo.

 Carlos Salinas, Madrazo y buena parte de la Nomenklatura priista habían derrotado, al menos temporalmente, al Presidente Zedillo.

 Tamaulipas vivió un escenario similar hace unos días. El gobernador Egidio Torre Cantú, fue convocado por el Presidente Calderón a Los Pinos. El asunto: abordar la ingobernabilidad creciente en la entidad derivada de los preocupantes índices de inseguridad pública.

 Egidio y sus asesores, pensaron que era una reunión de amigos, o al menos aliados. No fue así. El Presidente Calderón, sentó al Ejecutivo estatal en el banquillo de los acusados. Torre Cantú, fue exhibido en cadena nacional como un gobernador torpe, ineficaz y omiso ante la incontrolable ola de violencia que sufrimos los tamaulipecos.

 Esa imagen de Torre Cantú derrotado, humillado, regañado, caído era lo que Calderón necesitaba para volcar la avalancha mediática contra los gobernadores priístas y endilgarles la responsabilidad del problema. ¿Porqué permitir que Egidio asistiera a esa reunión indefenso, desnudo, entregado como corderito? ¿Porqué darle gratuitamente la oportunidad a Calderón de escapar airoso de una guerra que todos sabemos está perdiendo?

 Los asesores de Egidio tienen mucho qué explicar. El staff de cerebros grises encabezado por Rolando Guevara, José Basave Benítez y Guillermo Martínez andan en el mundo de la especulación. Sus salarios, nunca habían sido tan injustificados como ahora.

 ¿Se enteró a Manlio Fabio de la emboscada que se preparaba contra Egidio?

 ¿Se informó a Francisco Rojas Gutiérrez de lo que Calderón cocinaba contra el gobernador de Tamaulipas?

 ¿Se puso al tanto al Humberto Moreira de la intención del panismo de maniatar a Egidio y enlodar al priismo nacional?..

  Para efectos históricos, Egido Torre Cantú, fue destituido de la gubernatura de Tamaulipas ese dramático día en que Calderón –ante los poderes fácticos televisivos- lo declaró inexistente.

  Pero eso no importa.

 Él y sus asesores, ni cuenta se han dado…

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