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Matamoros

Qué tiempos aquéllos, señor don Simón

Angel Virgen Alvarado

26 de January, 2023

En 1962, hace apenas 51 años, los camiones urbanos que ofrecían transporte a los matamorenses eran, los amarillos, Fronterizos de Matamoros, los color crema con azul, Dos de Abril, los “chocolatitos”, color café de un señor GÓMEZ y los “círculo rojo” que iban y venían a Brownsville, Texas. 

Matamoros apenas tenía 125 mil habitantes. 

En la colonia Aurora, la colonia de mis amores de adolescente, prácticamente nos conocíamos todos. 

Los camiones amarillos tenían “la terminal” frente a lo que en esos años era la XEAM, de Don Manuel Salinas y Doña Gilma. 

Más allá, hacia el sur, la carretera conducía a San Fernando y Ciudad Victoria. 

Había “dos o tres corridas” de los camiones amarrillos hacia las rancherías al sur y al poniente de la ciudad. 

Pero, para ir a la plaza de toros, Matamoros, de DON ROBERTO GUERRA CÁRDENAS, teníamos que ir caminando. 

En tiempos de “rondas infantiles”, las escuelas rentaban camiones para llevar a los alumnos y maestros hasta la plaza de toros donde era el concurso de esas rondas. 

Pero todo era bien padre. 

Se respiraba aquella tranquilidad provinciana que… la verdad, cuánto la extrañamos los que por suerte vivimos aquella época. 

Era el tiempo en que en Matamoros todavía “se barría el dinero”. 

Se barría el dinero porque, en tiempos de la recolección de la cosecha de algodón llegaban a la ciudad cientos de campesinos y la derrama económica era sen-sa-cio-nal 

Y como proliferaban las cantinas, los “pizcadores de algodón” que se ponían aquellas guarapetas, perdían los pesos, aquellos billetes grandes, colorados, hermosos… 

Como era costumbre que las mujeres barrieran las banquetas, a veces también barrían billetes de a peso. 

Solo la gente grande hablaba de política… y a casi nadie interesaba. 

Las radiodifusoras solo tocaban música y transmitían radionovelas como “Chucho El Roto”, “Los 4 de a caballo”, “El ojo de vidrio”, “Corona de lágrimas”. 

Con esta última “Corona de lágrimas” era una lloradera: “Tengan piedad de esta pobre vieja” decía con voz lastimosa DOÑA PRUDENCIA GRIFEEL. 

¡Qué tiempos aquellos, por Dios Santo! 

Ir los domingos a matinée significaba ver, en aquel cine Alfa (calle Matamoros entre 8 y 9) de las 10 de la mañana a la una de la tarde, tres películas: “El Charro Negro”, “La vuelta del Charro Negro”, “El hijo del Carro Negro”. 

El cine Reforma era de más lujo. Pero más lujoso era El Cine Encanto… un encanto de cinema. 

El Cine México, que luego fue Cine Elizondo, de la calle 8 y Abasolo, de dos niveles, con mezzanine. 

Bueno, casi todos los cines de la época tenían mezzanine: El Encanto, El Matamoros, después Cine Latino y el Elizondo. 

El cine teatro Reforma era de dos niveles. Ahora ya tiene mezzanine, pero era de dos niveles. 

La gente iba a la plaza Hidalgo, “la plaza de armas”, preferentemente los jueves y domingos que era cuando tocaba la banda municipal. 

Qué bonita música. 

Los domingos de plaza (uno de los paseos favoritos y familiares) íbamos a caminar: Las caminaban dando vuelta mujeres a favor de las manecillas del reloj, los hombres al revés. 

Y casi todos los estudiantes traíamos chicles Adams de menta… para el buen aliento. 

Era necesario traer los zapatos bien boleados, bien lustrados. 

Esa tarea la hacíamos nosotros mismos porque dinero para el bolero (cobraban un peso la boleada) no había suficiente. 

Pero el tiempo avanzó, inexorablemente. 

Todo cambio. 

Unos dicen que para bien… y debe ser cierto. Para bien. 

Los jóvenes de ahora son de otra generación, con otra visión y con más preparación. 

Como debe ser. 

¡Salud! 

Por hoy, es todo. 

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