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Que la política no nos separe

Martín SIFUENTES

20 de febrero, 2022

En la última semana me tocó ser testigo de un par de discusiones entre amigos, por el tema del desencuentro entre el Presidente López Obrador y el periodista Carlos Loret.

Sin duda el tópico es muy bueno para la sobremesa y como platica de café, pero de ahí a llegar al extremo de que al interior de las  familias o del grupo de amigos se den enfrentamientos por ese motivo es algo terrible.

Discutir por temas políticos con nuestra gente cercana, es además de estéril, peligroso. Esos asuntos, dividen a la familia y son capaces de terminar con amistades innecesariamente.

Y al final del día, nuestro apoyo al Presidente o al periodista Loret, les importa y les sirve un cacahuate.

Tal pareciera que aquella regla tácita de no hablar de política ni de religión en reuniones sociales es obligatoria, pero lo cierto es que en los últimos tiempos se rompe aunque nadie se lo haya propuesto. 

Y se ha roto de fea manera, porque basta con que una sola palabra caiga sobre el combustible de la actualidad política en nuestro país para que todo arda.

Todos tenemos familiares y amigos que piensan diferente, así que la primera regla de oro es el respeto. Respetar a los que tienen una idea política distinta a la nuestra es el principio de una buena convivencia.

Hablar de política, cuando se hace con respeto y entre personas informadas, puede ser agradable y hasta divertido, sin embargo no hay nada más frustrante que conversar con alguien que solo quiere dar sus puntos de vista, sin escuchar al otro.

Es momento de poner un alto a la línea que ha abierto entre dos bandos, por un lado el presidente y sus seguidores, y por otro sus detractores, aquellos que hoy festejan cada error y envían diariamente millones de memes y publicaciones en contra del gobierno federal.

No se puede dejar de reconocer  que ha sido el propio López Obrador quien ha atizado el fuego de la división, y le ha dado  a sus opositores de elementos para que lo ataquen, y además hasta parece que goza echándoles en cara que son sus enemigos.

Sin embargo, un país en el que convive un presidente poderoso y sus millones de seguidores, con otros tantos millones de opositores y críticos, es escenario ideal para problemas, para conflictos que pueden derivar en algo más grave, como un estallido social que tenga impacto en lo político y en lo económico. Y eso nadie lo desea.

Es momento entonces de ponerle fin a esta polarización que nos está haciendo daño, que tanto está afectando a este sufrido país. 

Aquí no quisiéramos ver protestas en las calles, no quisiéramos gente enojada con el gobierno. Deseamos en cambio un gobierno aliado con toda la sociedad.

Pero para que esto suceda, el presidente debe poner de su parte. Cambiar su actitud hacia sus opositores, que al fin y al cabo que ambiente son mexicanos. Escuchar a todos, especialmente a quienes no coinciden ideológicamente con el. 

Y en casa y con con amigos, olvidarnos de las diferencias políticas. Seremos más felices.

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