10 de noviembre, 2014
La batalla electoral del 2015 se centrará entre el PRI y el PAN, en todo el país, pero en particular en Tamaulipas.
El PAN llega al proceso electoral con el antecedente de que en el 2012 ganó seis de los ocho distritos, pero la experiencia indica que no se vive con la misma intensidad una elección presidencial que una intermedia. En la presidencial, se alcanzan porcentajes de participación que oscilan entre un 48 a un 55 por ciento, en tanto que en una intermedia la votación ronda entre un 35 a un 40 por ciento.
El PAN seguramente buscará reafirmarse en los seis distritos y el PRI busca revertir los desastrosos resultados del 2012, como lo hizo después de las elecciones del 2000 y 2006, cuando el PAN lo barrió en el país y en Tamaulipas.
En el 2006 el PAN ganó cinco de los ocho distritos y tres años después el PRI se reposicionó al ganar los ocho distritos.
Los números fríos no favorecen al PAN, no después de la elección del 2013 cuando el PRI le sacó una diferencia de 148 mil votos. A pesar de ello, en el PAN muchos de sus militantes están convencidos de que la elección del 2015 será como ir a un pick nic. Esa misma confianza la han tenido en otros procesos electorales y sin embargo, los resultados no los han favorecido.
La gran ventaja del PAN es que llega al proceso muy animado, convencido de que van a arrasar al PRI y por eso abundan los aspirantes a la diputación, lo que no ocurría en el pasado, en que cada vez que se acercaba el momento de escoger al candidato, los directivos de Acción Nacional se tronaban los dedos de puro nervio, porque no encontraban quién quisiera representarlos.
Hoy en cambio, en el PAN medio mundo anda envalentonado al grado de que se están repartiendo posiciones y regidores como Miguel Angel Vaudhan, Marissa Zarate y Jorge Pérez Santos ya se ven como candidatos a diputados locales en el 2016, en tanto que Carlos Germán de Anda le plática, a quien quiere escucharlo, que él será diputado plurinominal en el 2016.
Ese nivel de confianza se mantendrá si el PAN logra retener al diputación federal en el 2015, pero si se pierde la elección, muchos empezarán a tener un pie en el barco y otro apuntando al mar, a la expectativa de ver si el barco panista naufraga.
En el pasado, el PAN ha vivido estas desbandadas. Lo vivió en la década de los ochentas, cuando la candidatura de Ignacio Quiñones engrosó las filas panistas y cuando se perdió la elección, la militancia deserto.
También se vio en el 2001 con Heriberto Deándar: basto con que se perdiera la presidencia municipal, para que decenas de neopanistas abandonaran el barco.
Si el PAN retiene la diputación, se mantendrá la militancia, pero si se pierde, el ánimo decaerá para el 2016. Esos son los riesgos de tener militantes sin convicciones partidistas.