7 de febrero, 2014
Con todo y que tanto las autoridades como los partidos políticos, incluido el PAN, han pedido no politizar el caso Michoacán, aquí el dirigente estatal de Acción Nacional, José Alberto López Fonseca, hace todo lo contrario y dice que es necesario que en Tamaulipas se aplique un plan similar al de la entidad de donde es nativo el ex presidente Felipe Calderón, que se ocupó más en atender sus borracheras que en gobernar.
Es cierto lo que dice López Fonseca, en Tamaulipas la seguridad está muy mal. No lo dicen los tres niveles de gobierno, pero cualquier tamaulipeco lo sabe, porque lo vive en carne propia. Luego de más de una década de delincuencia desbordada, todos los tamulipecos conocen a un familiar, a un amigo, a un vecino, a un conocido o incluso ellos mismos, que de alguna manera han sido víctimas de la delincuencia. Y a eso se llegó como resultado de la indolencia de los sexenios en que el PAN gobernó al país, pero particularmente en el de Felipe Calderón, lo que no deja de ser irónico, pues de Vicente Fox se decía que la faltaba un tornillo y resulta que al final estaba más cuerdo que Calderón, quien se enfrascó en una guerra absurda que enlutó a miles de familias, muchas de ellas ajenas a la delincuencia, es decir, fueron víctimas colaterales de la guerra de Calderón.
Todo mundo recuerda, excepto quizá los panistas, que cuando Felipe Calderón inició su mandato, lo primero que hizo fue declararle la guerra a la delincuencia organizada precisamente en su entidad, el Estado que alguna vez pretendió gobernar y los michoacanos le negaron el voto en las urnas. Ya como Presidente de México, además de iniciar su guerra en Michoacán, años más adelante quiso regalarle la gubernatura a su hermana María Luisa Calderón y de nueva cuenta los michoacanos le estrellaron la puerta en la nariz. No lo querían, pues.
Durante los 12 años en que el PAN estuvo al frente del país, la delincuencia terminó rebasando el poder de las autoridades constitucionales.
En el sexenio de Calderón, Tamaulipas y Nuevo Laredo se convirtieron en noticia mundial, en muchas ocasiones, como resultado de los incidentes delincuenciales registrados en la ciudad y en el Estado, y pese a ello, el Presidente nunca se digno a visitar esta población. Nada le costaba haber venido a palmear la espalda de los neolaredenses y decir, estoy con ustedes.
Las cosas han mejorado desde que el Presidente Enrique Peña Nieto asumió la presidencia de México, pero falta mucho camino por recorrer, pues no es posible corregir en un año y dos meses y medio, los errores de 12 años de mal gobierno.
Algún día los mexicanos saldremos de la pesadilla actual de la inseguridad, de la misma manera en que Colombia logró salir adelante, aunque por supuesto, jamás tendremos un Estado donde no haya delitos de ninguna especie. Eso no sucede en ninguna parte del mundo, pero lo que los ciudadanos esperan de sus autoridades, es que cuando se registre un delito, haya una reacción inmediata. Que no haya impunidad, pues.