15 de febrero, 2017
En Laredo, Texas, el litro de gasolina anda en 10.75, en tanto que en Nuevo Laredo se puede conseguir en algunas negocios a 13.26 y en otros a 16.04. En Ciudad Juárez, el litro anda en 12.44 y es el resultado de que las ventas se cayeron de 67 millones de litros mensuales, a 44, en enero pasado.
Si realmente hubiese una liberación del precio, en Nuevo Laredo la gasolina se debería estar vendiendo en no más de 10.75. El gobierno no nos hace un favor, ofertándola en 13.26. Más bien, nos roba y con una sonrisa quiere que no nos enojemos.
Y resulta curioso que en vez de que nuestros diputados nos defiendan y busquen el regreso de la homologación de la gasolina, son los empresarios gasolineros los que enarbolan esta bandera. A ellos les conviene que regrese la homologación del precio, para tener mayores ventas y por ende mayores ganancias, pero también les conviene a los usuarios. Así que la batalla de los gasolineros, es la batalla de los consumidores.
Si parar 44 de las 57 gasolineras sirve para que el gobierno oferte el precio a 10.75 o a 13.26, adelante.
En cuanto a los diputados, fueron ellos los que aprobaron el Presupuesto de Ingresos del 2017, donde estaba contemplado el incremento a la gasolina. Ellos avalaron el alza y ahora quieren engañarnos con el cuento de que están buscando un precio más bajo. Pero nadie les cree a estos lobos disfrazados de piel de oveja. Son los mismos que en el 2018 nos van a pedir el voto, convencidos de que los mexicanos tiene memoria de teflón y que para entonces estará olvidado el gasolinazo. Pues no, no permitamos que la desmemoria se apodere de nosotros.
Y mientras tanto, el que pueda cargar el tanque de gasolina en Laredo, Texas, ¡Hágalo!, Olvídese de falsos discursos de chauvinismo. Esto no es asunto de patriotismo, es un asunto de cuidar el bolsillo, con el agregado de que en la vecina ciudad se venden litros completos y el combustible es de mejor calidad. Eso está más que comprobado.
Y a propósito de esto de la gasolina, les contamos que la semana pasada pretendimos cargar gasolina en un expendio del supermercado HEB, de la calle Saunders. Al acercarnos a la bomba, tenía adherida un cartulina con una leyenda en inglés, por lo supusimos que no había combustible en esa bomba. Maniobramos para acercarnos y el resultado fue el mismo. Total que fuimos en busca de otra gasolinera.
Más tarde nos enteramos, a través de las redes sociales, que lo que en realidad decía la cartulina del HEB era que no tenían gasolina regular, pero se estaba ofreciendo la supreme por el mismo precio. La regular cuesta 1.98 el galón y la supreme, 2.38. La empresa estaba absorbiendo los 40 centavos de diferencia, en aras de que el consumidor no pagase la consecuencia de no tener combustible del barato.
Aquí, en cambio, cuando a un expendio se le termina la gasolina magna, el despachador se limita a informar que no hay más que roja. La única opción, es lo tomas o lo dejas.