25 de noviembre, 2016
Meses después del destierro de Pedro Pérez Ibarra, Manuel Cavazos Lerma, ya investido como Gobernador vino a Nuevo Laredo y un grupo de empresarios se entrevistó con él para abogar por el destituido líder cetemista.
Los empresarios le pidieron al mandatario que intercediera a favor de Pérez Ibarra para que se le permitiera regresar a Nuevo Laredo, con el argumento de que no solo era ajeno a la destrucción de las instalaciones de la aduana sino que además, por primera vez en su larga carrera como líder sindical había hecho algo positivo, al protestar en favor de los ciudadanos.
Cavazos los escuchó, se negó a interceder por el líder cetemista y al final les dijo: “¿Quién los entiende?, toda la vida se la han pasado quejándose de que Pérez Ibarra no dejaba crecer la ciudad, y ahora que se los quitamos, como haya sido, vienen a abogar por él”.
Pérez Ibarra no fue la única víctima del gobierno de Carlos Salinas y Manuel Cavazos, empeñados en cambiar las condiciones del mercado laboral y para lo cual acabaron o sometieron a los líderes cetemistas, desde Agapito González en Matamoros; Diego Navarro en Tampico; Reynaldo Garza en Reynosa; y Pedro Pérez Ibarra en Nuevo Laredo.
Antes de esa embestida contra el sindicalismo, ciertos líderes obreros solían cometer abusos, al amparo del poder, del sistema al que ellos pertenecían y nutrían.
A principios de 1983, el Sindicato de Trabajadores de Comercio estalló una huelga en la empresa ferretera Materiales González Treviño, exigiendo mejores condiciones laborales. Lo chusco, es que los trabajadores no estaban sindicalizados, pero el gremio uso a unos empleados despedidos semanas atrás, para presentar la solicitud de huelga.
Antes del estallamiento, a la empresa se le dio la opción de aceptar afilar a los trabajadores a sindicato, con la oferta de que unos pocos ganarían bien y el restos serían conformados con salarios menores.
El empresario Gerardo González Treviño, no aceptó el chantaje. La huelga estalló con la complacencia de la Junta de Conciliación y Arbitraje asentada en Ciudad Victoria. Días después, Conciliación aceptó realizar un recuento para preguntarle a los trabajadores si estaban o no de acuerdo con sindicalizarse. Hubo uno que otro empleado que se dejo engatusar por el sindicato y voto a favor de sindicalizarse, pero una mayoría absoluta rechazo el plan y la huelga fue levantada.
Así se la gastaba Pedro Pérez Ibarra y por eso una década después, Manuel Cavazos Lerma se preguntaba con asombro, y les preguntaba a un grupo de empresarios, ¿quién los entiende?
Y por supuesto no abogo por Pérez Ibarra. A final de cuentas no era, ni lo es, una hermanita de la caridad, sino todo lo contrario. Pero además, era un Virrey enamorado del poder, y uso y abuso de ese poder en un capítulo de la historia política de Tamaulipas que todos queremos que no se vuelva a repetir.