3 de noviembre, 2016
No deja de ser paradójico que cuando Enrique Peña Nieto arrancó su sexenio presumió la presencia de un nuevo PRI, con una camada de políticos como Javier Duarte en Veracruz; Rodrigo Medina en Nuevo León; Roberto Borgue en Quintana Roo; y César Duarte en Chihuahua. Cuatro años después los cuatro se convirtieron en los jinetes del Apocalipsis.
Peña Nieto no incluyó en esa lista a Guillermo Padrés, de Sonora, porque era del PAN, pero reúne las mismas características de los cuatro pillos citados.
Y a la lista hay que agregar a Humberto Moreira y Rubén Moreira del Coahuila; a Fidel Herrera de Veracruz; Luis Armando Reynoso de Aguascalientes, del PAN; Andrés Granier de Tabasco; Mario Villanueva de Tabasco.
Y a Gabino Cue de Oaxaca; a Angel Heladio Rivera de Guerrero; a Graco Ramírez, de Morelos; a Marcelo Ebrad de la Ciudad de México; todos ellos del PRD,
Tamaulipas no curte mal las baquetas, Por lo menos media decena de los últimos gobernadores se han ganado el triste honor de formar parte de los indeseables.
Y así podríamos elaborar una lista de varios cientos de gobernadores de todas la entidades federativas que en las últimas 4 décadas han hecho de la corrupción su sello característico.
¿Será que este país no tiene remedio? ¿Estaremos condenados a vivir en una corrupción eterna, en la que además a nadie se castiga?
Lo peor en el caso de los dos Duarte, de Borge y de Medina, es que de su corrupción se habló desde sus primeros años de ejercicio y el gobierno federal no actuó. Si el Presidente Peña Nieto no hubiese dado la instrucción a Javier Duarte de que renunciara y luego al PRI de que lo expulsara de sus filas, ni la PGR ni Gobernación, ni el Congreso, ni nadie hubiesen actuado y el veracruzano tranquilamente hubiese terminado su sexenio y se hubiese ido a vivir a cualquier parte del mundo, a gozar de su cuantiosa fortuna.
Insistimos, ¿este país no tiene remedio? Meter a la cárcel a Javier Duarte, en el supuesto de que la intención vaya en serio, no contribuirá a cambiar la percepción ciudadana de que el veracruzano es una víctima de un sistema que lo quiere usar como conejillo de indias para ver si eso le ayuda a no perder el poder en el 2018.
Para recuperar la confianza ciudadana tendrían que caer varias decenas de políticos y no uno solo.
En otro tema, nos da gusto el nombramiento de Francisco Juárez García como Director de Comunicación Social del Gobierno del Estado. Era justo y merecido, pues ha estado siempre con Cabeza de Vaca. La lealtad tiene su recompensa.
Por otra parte, lamentable que el colega Francisco Cuéllar Cardona haya tenido que abandonar Ciudad Victoria y la entidad, luego de que un hijo suyo recibió amenazas de la delincuencia organizada. Este tipo de situaciones son condenables en un estado de derecho.