18 de octubre, 2016
Una información periodística puso al descubierto que uno de cada tres empleados estatales milita en las filas del Partido Revolucionario Institucional.
En datos duros, de 15 mil 399 burócratas estatales, 5 mil 368 militan en el PRI, de acuerdo con el cruce de datos del padrón de militantes del tricolor y la nómina.
Estas revelaciones no tienen nada de extraordinario. Si hasta hace tres semanas el PRI gobernaba la entidad, lo natural es que la mayor parte de los trabajadores pertenecieran a ese partido. Lo mismo pasa en cualquier ciudad, estado o país.
En la Alemania de Hitler, la mayoría de la burocracia pertenecía al partido Nazi. Lo mismo pasa en cada una de las delegaciones de la Ciudad de México: si el delegado es de Morena, a ese partido pertenece la mayor parte de la burocracia; los roles cambian si el delegado es del PAN o del PRD.
Aquí lo que debe importar a la Secretaria de Administración es confirmar que cada uno de esos 5 mil 368 trabajadores con militancia priista realmente desquiten el sueldo que devengan, poco o mucho.
En Nuevo Laredo, la mayor parte de las dependencias estatales están al frente de personajes que militan en el PRI y han ocupado diversos cargos políticos y administrativos ¿O a poco nos van a decir que se desconocía que la Jefa de la Fiscal, Imelda Mangin es priista? ¿O Fernando Castillo de la UT? ¿O Raúl Posadas del Conalep?
Un alto porcentaje de esta estructura burocrática que militaba en el PRI van para afuera, porque son empleados de confianza -- un total de 2 mil 459—y van a ser sustituidos por funcionarios y trabajadores con filiación panista. Eso todo mundo lo sabe, y es lo más natural del mundo. Nadie se espanta, pero sí se espera que si había aviadores priistas, no vayan a ser sustituidos por panistas, con el argumento de que sí en el PRI lo hacían, por qué no hacerlo en el los tiempos del PAN. No se debe hacer porque por eso los ciudadanos botaron al PRI, por esas prácticas corruptas que debieran quedar como mera anécdota.
Y a propósito de actos de corrupción, el gobierno de Estados Unidos extraditó al mexicano de origen chino, Zhenli Ye Gon, al que a principios de 2007 la administración de Felipe Calderón le decomiso 205 millones de dólares y en plena euforia el mandatario presumió que “este decomiso de 250 millones de dólares es el más alto de la historia”. Los 250 millones que presumió Calderón se convirtieron en 205 y esos 205 millones se los robo el gobierno sin juicio legal de por medio, en lo que el investigador Sergio González cataloga como el robo del siglo.
Después, Zhenli Ye Gon aseguró que 130 de esos 205 millones de dólares se los había entregado Javier Lozano en mayo de 2006, para que se los cuidara y poder usarlos en las elecciones federales de ese año.
Lozano terminaría convertido en Secretario de Trabajo con Calderón y actualmente es Senador y nadie se preocupó por llamarlo a cuentas por los dichos de un mexicano caído en desgracia. Todo terminó en simples menciones en los medios de comunicación.