23 de agosto, 2016
Terminaron los Juegos Olímpicos y México obtuvo solo cinco medallas, de un total de 126 atletas que asistieron. Hace cuatro años se obtuvieron seis medallas y en la del 2008 también fueron 6.
Es decir, si hoy la delegación mexicana fracaso junto con el Director Nacional del Deporte, Alfredo Castillo, igual fracasaron las delegaciones de hace 4 años, de hace 8, de hace 12, con la diferencia de que entonces la autoridad responsable de la delegación olímpica era Mario Vázquez Raña, propietario de la cadena de periódicos El Sol y por eso pocos medios de comunicación se atrevían a cuestionarlo.
La realidad es que con Vázquez Raña o con Alfredo Castillo, el deporte olímpico nunca ha dado los resultados que los mexicanos esperan. Y es que el presupuesto de la Conade, 2 mil 800 millones de pesos este año, se va en financiar una vida de despilfarro para los funcionarios responsables del manejo del deporte, mientras que a los deportistas los apoyos se les regatean. Esa no es una novedad de hoy, es de siempre. Y se presenta no solo entre los atletas de alto rendimiento, con todos. ¿A poco no le ha tocado detener su coche por estar el semáforo en rojo y que lleguen niños pidiendo una moneda para que su equipo de beisbol, de voleibol, pueda viajar a Reynosa, a Guadalajara, o a otro lugar?
Y es que para el gobierno mexicano, para la Secretaría de Educación Pública, el deporte no es prioritario, a diferencia de lo que ocurre en Estados Unidos, en donde a los niños y jóvenes se les obliga a practicar un deporte, porque es una disciplina que si la practican toda la vida, les ayudará a tener una vida más sana.
Alfredo Castillo, el gran cuate del Presidente Enrique Peña Nieto, merece ser cesado, pero nos gusta para que quien lo remplace termine igual que él, que Mario Vázquez, que Bernardo de la Garza y demás ex directores: el nuevo titular terminara chupándose el presupuesto en una vida personal de lujos y despilfarros, en tanto que el deportista amateur, desprovisto de equipo, de entrenadores de tiempo completo, de instalaciones adecuadas para entrenar, de una beca que le permita entrenar sin preocuparse por pagar la renta, poco podrá hacer por mejorar su rendimiento, porque las ganas no siempre bastan para triunfar.
Las historias de éxito de los deportistas mexicanos, las construyen ellos mismos. El mérito es de ellos, la gloria es de ellos, aunque después de que alguno gana una competencia, a las autoridades les gusta retratarse junto a los ganadores y presumir que las victorias deportivas son un reflejo del gobierno en turno.
Cada vez que en la liga mexicana de futbol se corona un nuevo equipo, va a Los Pinos y se retrata junto al Presidente de la República. Todos los medios difunden la imagen. Eso sí, si en la siguiente temporada al campeón le va mal y termina en los últimos lugares, ni el Presidente ni los medios se acuerdan de que meses antes compartieron el sabor de la victoria. Se saborea la victoria, a la derrota se le patea.