8 de agosto, 2016
Después del 5 de junio, recién perdidas siete de las 12 gubernaturas, Manlio Fabio Beltrones mostró una enorme madurez y decencia y presentó su renuncia como dirigente del PRI, ante el Consejo Político Nacional
Planteada la renuncia, el propio Presidente Enrique Peña Nieto intento retenerlo, pero se negó a las condiciones propuestas por Beltrones: la salida del Miguel Ángel Osorio Chong, de la Secretaría de Gobernación y el enjuiciamiento a tres gobernadores salientes.
Ante la negativa de Peña Nieto, Beltrones decidió dejar al PRI, no tenía caso seguir si no se iba a tener el apoyo real del Presidente.
La gran altura política con la que actuó Beltrones no se replicó en Tamaulipas. Perdida la gubernatura, el Congreso, 29 municipios y más de 500 regidurías, Rafael González Benavides se limitó a decir que su renuncia ya estaba redactada y puesta en el cajón de su escritorio, para lo que decida el Consejo Político Estatal del PRI, tan acostumbrado a que le den línea desde arriba.
Al no dejar al PRI, González Benavides asegura seguir cobrando su sueldo mensual, similar al de un secretario en el gobierno estatal, que debe ser de unos 120 mil pesos, pero no lo sabremos con exactitud porque como dijo Heriberto Ruiz Tijerina, el PRI no suele informar sobre el origen y destino de sus recursos.
Es una lástima que al frente del PRI este un chambista, más preocupado por no quedarse sin ingresos en los cuatro meses que median entre la elección y el cambio de administración, que en ver cómo se puede rescatar al PRI, con el añadido de que a partir de octubre asume su nueva responsabilidad de diputado local por la vía plurinominal, pues tuvo le visión de anotarse en el tercer lugar de la lista de candidatos por la vía de minoría. Perdiendo, ganó.
Frente a los candidatos perdedores, que después de la noche del 5 de junio, se encontraron a Rafael González y esperaban encontrar consuelo en su hombro, sucedió lo contrario.
--¡Perdimos!
--¿Perdimos?, perdiste tú, yo voy a ser diputado, debió decirles a sus correligionarios el flamante próximo diputado.
Ciertamente en el PRI los cambios deben darse hasta octubre, cuando el Gobernador ya no pueda meter mano, pero lo más saludable es que Rafael González hubiese presentado su renuncia en los siguientes días después de la elección. Que González no estuviera en el PRI, o que este, en nada afectaría al PRI y en cambio si ayudaría a dar la imagen de que el partido quiere cambiar y que quiere cambiar para mejorar. Eso también contribuiría a disminuir el enojo de los militantes que ven como el partido perdió de fea manera y no hay reacciones en contra de los que estaban al frente y cuyas estrategias no funcionaron, porque decir que la renuncia ya esta lista no es suficiente. Incluso sería sano que en arranque de dignidad, González renunciara a la diputación. Pero eso no va a pasar. Esas escenas son para las películas de Hollywood, no para la realidad tamaulipeca, donde la vergüenza es un cualidad que no conocen los políticos.