4 de agosto, 2016
El PAN ya tiene fecha para la renovación formal de su dirigencia estatal: el 25 de septiembre y será, por segunda ocasión consecutiva, mediante el voto directo de sus militantes.
Será una elección de mero trámite. El presidente será Francisco “Kiko” Elizondo y su secretario general, Ismael García Cabeza de Vaca.
Es probable que se registre una planilla única, pues se nos antojan meras fintas los anuncios de Leticia Salazar y Lazara Nelly de registrarse y competir. No se puede pasar por alto que hace un año y medio las dos apoyaron con votos y recursos económicos a Agustín Chapa y no pudieron ganarle a César Augusto Verastegui.
Las fórmulas que se registren deben reunir por lo menos el 10 por diento de firmas de los militantes activos en el padrón del PAN, que es de 10 mil 231. Estas firmas se van a colectar del 2 al 21 de agosto.
Diez por ciento equivale a 1,024 firmas, pero para que a los aspirantes no se les pase la mano y quieran aparentar una fuerza superior a la real – como sucedió con Ricardo Anaya, que se registro como aspirante a la dirigencia nacional y presentó 235 mil 404 firmas de apoyo, pero el día de la elección ganó con 164 mil 257, es decir, 71 mil 127 votos menos que las firmas presentadas— la convocatoria establece que el máximo de firmas a presentar 1,227.
El registro de aspirantes es del 20 al 24 de agosto; del 26 de agosto al 24 de septiembre es el plazo para hacer proselitismo; y el 25 de septiembre son las elecciones.
El diputado Francisco Javier Garza de Coss salió en defensa del proceso interno del PAN y negó que el gobernador electo Francisco Javier García Cabeza de Vaca este interviniendo en el proceso. Es una declaración natural, de cajón. Insensato sería escucharlo decir que Cabeza escogió a Kilo Elizondo, que es su pupilo, que si está interviniendo y que es necesario que lo haga para que oriente a los panistas.
Lo que si sería deseable es que el gobernador electo permita que el PAN tenga autonomía en sus decisiones. En el sexenio de Felipe Calderón la intromisión de este en el partido fue burda, grosera, chafa y por eso el PAN terminó perdiendo la presidencia de la república. Esto además de su alianza de facto con Enrique Peña Nieto, con el afán de detener a Andrés Manuel López Obrador, el culpable de que personajes como Felipe Calderón, Vicente Fox y Enrique Peña estén al borde de la locura, creyendo que López Obrador puede ser el próximo Presidente de México y los meterá en la cárcel.
Por cierto que el año pasado, cuando Ricardo Anaya ganó la dirigencia nacional a Javier Corral, el primero obtuvo 164 mil 257 votos y el segundo 33 mil 132. En porcentajes, Anaya logró el 81 por ciento de los votos contra el 16 de Corral. Fue tan aparatosa la derrota de este último que hubo quienes vaticinaron que su carrera política estaba acabada. Un año después, Javier Corral ganó la gubernatura de Chihuahua, con pocos recursos económicos, sin grandes respaldos de la cúpula panista y con el ingrediente adicional de que antes de la elección la gran mayoría de las casas encuestadoras no le daban posibilidades.
Con su triunfo, Corral demostró que ser un rebelde puede ser complicado porque se suele estar solo, pero estar con la minoría no es sinónimo de derrota.