4 de julio, 2016
En el 2006, para derrotar a Andrés Manuel López Obrador el gobierno federal hizo uso de todo su poder. Aunque el presidente Vicente Fox no quería a Felipe Calderón, prefirió a este que al tabasqueño.
Seis años después, Andrés Manuel volvió a ser derrotado y para ello el gobierno federal echó mano de los poderes fácticos como Televisa y TvAzteca, de los más fuertes empresarios del país y además hizo alianza de facto con el PRI, pues no le vio capacidad de competencia a la señora Josefina Vázquez, que terminó yéndose al tercer lugar de las votaciones.
Ahora viene el 2018 y el PAN, el PRI y el gobierno federal están aterrorizados con la sola idea de que el tabasqueño pueda ganar las elecciones presidenciales.
Dicen algunos de sus detractores que López Obrador sería una copia de Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y que por ende llevaría al país a la ruina económica, si es que este país puede seguir cayendo más, en tanto que otros lo ven como una mezcla de Luis Echeverría y José López Portillo. O sea, demagogos y populistas, entendiendo el populismo como un gobierno irresponsable que gasta el dinero sin orden ni control, donde se permite y alienta la corrupción y en el que la impunidad es el sello característico, todo lo cual lo vemos con Enrique Peña Nieto, con Felipe Calderón, con Vicente Fox, pero con López Obrador se multiplicaría por decenas de veces.
Es tanto el temor que le tienen a López Obrador, que hay quienes sugieren una alianza abierta PRI-PAN con Margarita Zavala como candidata presidencial o bien una alianza de facto, en la que Zavala sea la candidata del PAN y el PRI postule un candidato a modo.
El problema es que a Margarita no la quieren los dirigentes panistas. El año pasado ni siquiera la dejaron ser candidata a diputada federal plurinominal y antes ella no quiso ser candidata a la dirigencia nacional del PAN, presumiblemente por miedo a ser derrotada en las urnas.
Hasta ahora Margarita ha nadado de muertito. No tiene trayectoria propia. Ha sido diputada local y diputada federal, ambas por la vía plurinominal y ser la esposa de Felipe Calderón no es ningún mérito. El pobre hombre hizo tan mal papel, que terminó entregando la presidencia de la república al PRI. Basta revisar las cifras macro-económicas y micro-económicas de su sexenio, sus políticas sociales, las educativas, para ver que su paso por la presidencia fue una decepción para millones de mexicanos.
No deja de ser curioso que cuando López Obrador gobernó el Distrito Federal, de 2000 a 2005, implementó políticas sociales que le han copiado otros partidos, como los apoyos a los adultos mayores, a las madres solteras, abrió preparatorias, rescató el Centro Histórico con Carlos Slim a la cabeza, la ciudad dejó de ser de las más inseguras del mundo, puso en marcha programas de entretenimiento masivo, amplió los ejes viales, mejoró el transporte y un largo etcétera. ¿En qué momento se asomó Hugo Chávez en su sexenio?
Es cierto que la obsesión que tiene López Obrador por el poder suena a enfermiza, pero el PRI y el PAN se han encargado de alimentar esa obsesión al acosarlo, presionarlo y victimizarlo.