12 de febrero, 2016
A mi gustaba el PAN de hasta los primeros años del siglo XXI. Años atrás, conviví con Francisco García Lozano, con Rafael Orozco, con Roberto Delgado, con Eloy Vega. Me gustaban las declaraciones de Evangelina Hernández, de Cecilio Grimaldo, de Eliseo Raúl Huerta, de Jaime Bulás, de Esthela Volkner. Me gusto la primera campaña de Ignacio Quiñones, quien ganó, pero el gobierno no lo reconoció el triunfo. También me agrado la campaña de Anibal Canales, que confió en la política y los políticos lo traicionaron.
Los panistas eran unos idealistas, unos románticos y la mayoría eran decentísimos. Cuando en 1990, don Gregorio Chapa Saldaña, por error se presentó en la Sala de Cabildo, creyendo que era regidor plurinominal y le explicaron que su nombre no aparecía en el Diario Oficial, se levantó rojo de vergüenza y casi todos nos contagiamos de su vergüenza, al ver un hombre decente tan apenado por su error.
Después del 2000, el PAN empezó a cambiar. Llegaron nuevos militantes y el romanticismo y los ideales, fueron suplidos por acciones más prácticas. Surgieron nuevos personajes como Ernesto Ferrara, Jorge Ramírez Rubio, Jorge Figueroa, José Guadalupe Bautista, Rogelio Soto que a su manera buscaron cumplir con su responsabilidad histórica.
Primero con Vicente Fox y luego con Felipe Calderón, el PAN se empezó a descomponer. Se hizo a un lado los ideales, ya no importaba ganar, para hacer bien las cosas, lo importante era ganar, para asegurar el patrimonio familiar por las próximas décadas.
En el 2013, la torpeza de Rafael Pedraza al no consensar con los panistas las candidaturas, originó que unos 40 militantes se salieran del partido, molestos por las imposiciones --en el 2001, fue la última vez que la militancia escogió a su candidato, desde entonces todos son impuestos por el Comité Ejecutivo Nacional—y entre los que se fueron estuvieron Jorge Ramírez Rubio y José Guadalupe Bautista.
En vez de preocuparse, Pedraza los reemplazo por priistas, de los cuales solo Luis Lauro García tuvo la decencia de renunciar por escrito. Los otros se fueron como chachas mal educadas.
En el 2000, cuando Vicente Fox ganó la presidencia de la república, más de mil personas solicitaron su afiliación al PAN de Nuevo Laredo, pero dos años después, el padrón se redujo menos de 120. ¿Pasará lo mismo si el PAN pierde la presidencia municipal el 5 de junio de este año? Es lo más probable.
Este día, el ex regidor Rogelio Soto prácticamente se despidió del PAN, mediante un video en el que dice que “sé que debo dejar que el PAN siga su camino”, pero advierte que “desde cualquier trinchera seguirá luchando para derrotar a quienes se aprovecharon de él y de su gente”.
Desde siempre, Rogelio Soto a estado pidiendo abiertamente que le den la oportunidad de ser candidato a diputado o a presidente municipal, pero nunca lo han tomado en cuenta. ¿Valdrá la pena seguir en un partido que no da oportunidades? Y como él hay muchos más.